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En poco más de un mes se cumplirá el 15º aniversario del 11-S. Tras los atentados de Al Qaeda en Washington y Nueva York, el mundo cambió. Antes de que cayeran las Torres Gemelas, ya existía el yihadismo, pero combatirlo no era una prioridad. Tras el 11-S surgieron la guerra contra el terror, Guantánamo, la guerra de Irak y la llamada Patriot Act, la ley de la administración Bush que, en nombre de la seguridad, supuso un retroceso de derechos y libertades. Un golpe a la democracia bajo la excusa de defenderla.

Resulta difícil encontrar un solo 11 de septiembre en Europa, pero si lo hubiera sería en Francia, tal vez el atentado contra Charlie Hebdo o el del pasado noviembre en París. Tras este último, François Hollande pronunció un discurso que parecía escrito por George Bush. Francia impulsó una serie de medidas en nombre de la seguridad que calcan las de la Patriot Act. Otros países europeos han decidido aplicar medidas similares o planean hacerlo. El espionaje electrónico masivo, el libre acceso de las autoridades a la vida privada de los ciudadanos y las leyes especiales que suspenden derechos y garantías constitucionales se han convertido en algo normal en esa vieja Europa que con mayor o menor énfasis criticó y se opuso a la deriva estadounidense tras el 11-S. Incluso se imita el vacío recurso al belicismo, con raids aéreos en Irak y Siria que suenan más a venganza y propaganda que a una estrategia firme.

Desde el 11-S, la única vía para combatir el yihadismo ha sido la de la seguridad y la militar. Aterrorizada por este yihadismo de nuevo cuño que tiene pasaporte francés, alemán o belga y que se nutre en las redes sociales, Europa imita a EEUU y hasta ahora logra el mismo resultado que obtuvo Washington: a mayor obsesión con la seguridad, un mundo menos seguro. En Europa, además, viven millones de musulmanes, muchos de ellos de segunda y tercera generación. La crisis económica y de identidad europeas, unidas al miedo que genera al terrorismo, dan alas a la ultraderecha, la xenofobia y la islamofobia. El reto de Europa es no caer ante sí misma ni renunciar a sus valores por miedo. Hay que dar a la seguridad el peso necesario (enorme, sin duda) pero visto lo visto tal vez es hora de dar una oportunidad a la política, en su sentido más amplio y noble, en la lucha contra el yihadismo. Si Europa deja de ser Europa, todos habremos sido derrotados.