Cinco años han bastado para que la relación botánica empiece a saltar por los aires. El personalismo del president Puig , unido a sus dotes autoritarios y a una marketización de su política ha provocado algo más que recelos evidentes en sus socios de Compromís.

Puig ha asumido en primera persona todo el protagonismo y solo desea fotos y titulares, aunque su gestión sea absolutamente paupérrima. Pretende ocultar el desastre sanitario y económico de la Comunitat, con anuncios, anuncios y anuncios, como única receta para salir bien parado él y muy tocado su Consell.

Puig debería empezar a saber sumar y se daría cuenta que decidió ser rehén de Podemos y Compromís, dado que los socialistas no sumaban de ninguna forma para formar gobierno estable. Sin embargo, sus dejes autoritarios, con cara de conciliador, le han dejado al descubierto cinco años después, y evidencian que se trata de un president antiguo, con formas antiguas, y que engaña más que promete, y eso ya es mucho decir.

La crisis del covid está dejando al descubierto las profundas grietas del Consell, donde nada se negocia, nada se consensúa y nadie se fía de nadie. Si el Consell no se fía de sí mismo, ¿por qué lo deben hacer los valencianos? Es el peor gobierno en la peor crisis de la Comunitat.

Los presupuestos que ahora se debaten dan cuenta manifiesta de esas profundas grietas, donde solo hay un nexo común en el Consell, todos se suben el sueldo. Es el salario a fin de mes lo único que une y pone de acuerdo a un Consell roto y resquebrajado. Lo demás, ya lo conocen. Soler hace las cuentas de Oltra , y la vicepresidenta dice que se las han falsificado, Sanidad esta dotada con menos fondos de los que hoy, en noviembre, dispone, la dependencia o la renta de inclusión tienen menos partida que la actual, en economía se fía todo a los fondos europeos que, como pronto vendrán en septiembre de 2021… En fin, un auténtico despropósito que ni los valencianos merecen ni esta crisis lo puede permitir.

Puig nos ha hablado a todos de la unidad, el consenso y el diálogo que él no ejerce, la falta de liderazgo a la hora de tomar decisiones es más que notoria. Corría marzo y abril cuando se aprobó una pequeña ayuda para autónomos, y una paga de 120 a algunas personas que estaban en ERTE, ¿y después? Nada más, promesas, promesas, promesas. Con un presupuesto de más de 23.000 millones en 2020, y más de 25.000 en 2021, ¿es todo lo que se puede ofrecer? Nada negociado, nada dialogado ni con sus socios ni con la oposición, el personalismo de Puig parece que no tiene límites.

Con la actual crisis, la destrucción de empleo y de empresas, las dificultades notorias de llegar a fin de mes de miles de familias, y el aumento notable de la pobreza, no es momento de personalismo con olor a naftalina, hoy más que nunca la sociedad reclama y requiere unión, diálogo y soluciones. Sin embargo, Puig nos muestra un Consell roto, sin soluciones y nos aplica la receta de seguir prometiendo. Cuando de un presidente no se fían ni sus propios consellers, es el momento de pensar que además de que algo se está haciendo mal, el final está a la vuelta de la esquina.

La Comunitat no puede permitirse un gobierno roto, en manos de quien no sabe mirar más allá de su propio espejo. H

*Diputado del PP en les Corts