La estrategia de acoso y derribo con tintes proteccionistas de Estados Unidos contra empresas tecnológicas chinas se intensifica a medida que se aproximan las elecciones presidenciales. Aunque la razón de fondo de las restricciones y los vetos a gigantes asiáticos como Huawei, ZTE y TikTok es evitar que China se haga con las riendas del mercado tecnológico mundial, esta guerra fría virtual atizada por Donald Trump también puede resultarle propicia para su reelección. El presidente conoce bien los beneficios de focalizar las críticas contra un enemigo, en un discurso de fácil calado entre los electores, y China cumple perfectamente esa función, ya sea presentándola como la propagadora mundial del covid-19 ya sea acusándola de espionaje, como en la actual guerra tecnológica.

El uso de los datos por parte de gobiernos y empresas requiere el mayor celo, por los riesgos que comporta. Es bueno vigilar que la información no sea utilizada con fines indebidos. Pero el rigor no puede ceder a las sospechas. Para Trump, poco importa que no haya ninguna evidencia de que las empresas chinas bajo el foco de la Casa Blanca estén cediendo información sensible al Gobierno de Xi Jinping , la mera suposición de que sea posible sirve al presidente para considerarlas una amenaza para la seguridad nacional, acusación muy grave que justifica medidas como prohibir que hagan negocios con Estados Unidos. Al presionar a sus aliados para que actúen de igual manera, Washington demuestra que lo que busca es aislar tecnológicamente a China, lo que podría derivar en una especie de telón de acero virtual con dos bandos alineados alrededor de las dos potencias. En un entorno globalizado, los efectos de esta división son difíciles de calibrar.

Una de las exigencias de EEUU a TikTok para seguir operando en su territorio es que venda su negocio norteamericano -donde tiene 100 millones de usuarios- a una empresa estadounidense. Que Trump vea con buenos ojos que el posible comprador sea Oracle, empresa cuyo fundador es curiosamente un conocido donante del magnate republicano es solo un ejemplo de hasta qué punto se entremezclan los intereses geopolíticos, económicos y electoralistas en esta batalla. Microsoft también ha mostrado su disposición a comprar la app de vídeos cortos.

Los intereses geopolíticos son igual de evidentes en el caso de Huawei, líder indiscutible del 5G. Esta tecnología representa un avance de gigante en las comunicaciones móviles, y una posición dominante en este mercado puede representar una situación ventajosa en el ámbito económico, político e incluso militar. Es lógico que Washington intente evitar que ese poder caiga en manos chinas -también Europa prefiere potenciar a las empresas europeas como Ericsson o Nokia-, pero hacerlo a través de acusaciones de espionaje sin tener pruebas causa desconcierto en el mercado global. Alibaba y Baidu se perfilan como las próximas empresas chinas en la diana de Trump. Es cuestión de tiempo que Pekín responda a la ofensiva con acciones de represalia y agrave la guerra fría del XXI.