Hace algunos días nos dejó Pedro Gozalbo, uno de los hombres más íntegros que he conocido y que más argumentos le aportó a la política para creer en ella. Excelente parlamentario del Centro Democrático y Social (CDS), desbordaba solvencia y altura de miras. He leído varias veces dos artículos publicados a raíz de su muerte. Uno, excelente, de su compañero y amigo Carlos Laguna. El otro, suyo. Sí, del propio Pedro. Una suerte de despedida preparada para cuando llegase el momento. Rebosa pasión por la vida, destreza intelectual y lealtad a su mitología profana y sagrada.

Pedro me concedió el honor de prestarme atención. Compartimos diferentes causas que, por su intensidad, causaron gran efecto en mí. Las peripecias, vicisitudes y sinsabores del devastador incendio de l’Alcalatén en 2007 me conectaron a un hombre que, sinceramente, sobresalía del resto. Incombustible e insobornable. Su defensa de los derechos del mundo rural, las zonas deprimidas, despobladas, desarmadas económica y moralmente, fue ejemplar. Una defensa sobria, serena y pertrechada de un arsenal de argumentos. Ese era el Pedro político en estado puro. La política de la palabra y de la esgrima dialéctica. Razones, datos, lógica, principios, ideales.

CREO QUE ERA IMBATIBLE y, si de él dependiese, la política seguiría erguida mereciendo la pena. Su prédica clamaba en una especie de desierto para evitar el olvido y, lo que sería todavía peor, el ostracismo o la muerte civil de una sociedad y un territorio golpeado por la ficción del progreso y, en aquellas fechas, por el fuego más inmisericorde. Estuvimos años sintonizando reivindicaciones.

En los últimos tiempos me trasladó la necesidad de resintonizar y abrazar nuevas banderas. En esta ocasión, en torno a otra causa que le llevó, como diría el Ché, a sentir de nuevo el costillar de Rocinante. Bueno, creo que Pedro ni descabalgó ni arrió jamás el estandarte de la dignidad. Paralizar la construcción de una línea de alta tensión que, insensible al paisaje y el paisanaje, pretende desgarrar y cruzarle la cara al mundo rural de la provincia de Castellón.

También me consta que andaba comprometido contra la corrupción y por la regeneración democrática. Siempre dando la cara. Siempre elevando el listón del civismo. Pedro representaba y representará el coraje del ciudadano libre. Uno de los hombres más valientes y libres que he conocido nunca.

LE AGRADECERÉ siempre que, en 2011, aceptara presentarme en una conferencia (El Castelló que jo veig) que significaba mucho para mí y para un equipo de gente comprometida en cambiar y revertir la situación de decadencia que sufría nuestra provincia. También le debo su introducción en el significado y la espiritualidad dels Pelegrins de les Useres. No cuesta imaginar que su memoria perdurará peregrinando en las conciencias de todos aquellos que valoren la libertad y la defensa de la justicia. Me reconforta pensar que, en vida, supo cuanto le admiraba. Su figura es imprescindible para entender la historia de la decencia en nuestra provincia.

*Secretario autonómico de Turismo