Se habla mucho de los actos de marzo, de la escasa previsión de medidas del Gobierno o de las comunidades, pero poco de lo que hizo cada persona antes del confinamiento. Aunque la vida no volverá a ser igual, tendremos una segunda oportunidad. Y es ahora cuando veremos hasta qué punto pensamos en el bien común.

Es la hora de la responsabilidad porque pocas personas cumplían con lo que la OMS o las autoridades sanitarias advirtieron: lavarse las manos, taparse al toser y distancia social. Quizá nuestra cadena de contagios también tiene que ver con ser poco escrupulosos, con no tomar en serio esas recomendaciones y en llamar exagerados a quienes lo recordábamos.

Compañeros de trabajo sin lavarse las manos antes de comer, distancias de seguridad imposibles en un transporte público que ninguna comunidad autónoma controló, gente que estornudaba sin cubrirse como si fuese un campeonato por ver quién lo hacía más fuerte... Eso era el día a día. En pleno siglo XXI, somos una sociedad a la que han tenido que volver a explicar cómo lavarse las manos.

Y a pesar de eso me he encontrado algún trabajador de cara al público negarse a llevar mascarilla porque «es molesta», fotografías de zonas abiertas como si nada pasara o colas donde da igual la distancia de seguridad. Y si les adviertes, cuidado no te tachen de «alarmista». No hay que relajarse. Aprendamos que cada persona es responsable no solo de cuidarse a sí misma sino a los demás, pensar en lo colectivo y no en lo individual.

La hora de la responsabilidad no solo pasará por estas medidas de salud, sino también por la elección que hacemos en los medios y redes sociales. Informarse no es solo zamparse lo que suelta la tele o el vídeo del primer listo que aparece en Whatsapp. Informarse de forma veraz es un derecho de la Constitución pero también una responsabilidad social. La desinformación solo cala en espacios de desconocimiento y cuando desconocemos desde cómo funciona nuestra democracia hasta las competencias de las administraciones, queda la sensación de que esa ignorancia es el caldo de cultivo del odio. Es precisa una militancia con el buen periodismo, y eso significa preocuparse por quiénes nos informan. Es muy sencillo comprobar quién está para un fin y quién está para otro, quién construye y quién destruye.

*Periodista