Querido/a lector/a, esta semana he leído una corta nota de prensa que venía a decir que casi la mitad de las horas extras que se trabajan en España no se cobran.

Ante una noticia de estas características, llamativa, y teniendo en cuenta que no se daba más explicación, empecé a buscar por la red y me entero, a través de los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), que solo en el segundo trimestre de 2018 se han realizado una media de 6,8 millones de horas extras a la semana. De las cuales, se han pagado el 56% con dinero o con tiempo de descanso y, para las otras, el 44%, nada. Digo también que ese 44% de impago no ha aportado ninguna cuota parte a los mermados fondos de la Seguridad Social. Sigo diciendo, y siempre según los datos de la EPA, que con el dinero que valen las horas extras (6,8 millones de horas a la semana) se hubieran podido crear 170.000 empleos a tiempo completo (95.900 con el dinero del 56% pagado y 74.700 con el dinero que valen las horas extras impagadas.

Aunque, por lo que he visto, en todos los sectores se trabajan horas extras pagadas y no pagadas, pero parece ser que es en el sector servicios (comercio, hostelería…) donde más aparecen situaciones de impago y explotación. ¿Por qué? Por algo muy fácil de explicar: porque son trabajos en un sector poco regulado, con horarios exigentes, mano de obra temporalmente intensiva, economía sumergida, poca presencia sindical... Pero no es menos cierto que, en parte, también es consecuencia de la cultura que ha dejado la salida a la crisis financiera que ha impuesto la derecha económica y política.

Me refiero a la de los recortes austericidas que también ha acongojado y recortado el valor de los trabajadores. Tan cierto como que, para mantener un empleo de poca calidad, en muchos casos tienen que callar, tragar y sufrir, porque lo otro, exigir lo legal y propio es sinónimo de que te señalen la puerta.

*Analista político