Sí, como la de la fábula; la pequeña y hacendosa que dedicaba su tiempo a trabajar para contar después del trabajo con la recompensa de no pasar fatigas. Lejos de la actitud de la cigarra, que cree en atajos y en la suerte, la hormiga cree que el esfuerzo tiene una recompensa.

La representación de esa actitud honesta, entregada y comprometida en un animal tan significativamente sencillo y pequeño me hace pensar, necesariamente, en nuestros pueblos que, con tesón y convicción, han sacado adelante nuestros padres y abuelos, así como los padres y abuelos de ellos.

Este fin de semana celebrábamos en Peñíscola nuestra pertenencia a la agrupación nacional de pueblos más bellos del país, pequeños núcleos que hemos sabido conservar la autenticidad y tradición, preservar el patrimonio y ponerlo en valor.

Un auténtico orgullo que debemos a todos los que han dado la batalla por conseguir ser lo que somos. Seguimos comprometidos en esa tarea incesante, constante y comprometida, como la hormiga.

Lejos de alardear y zanganear, siento el orgullo de poder asegurar que pertenecemos a este grupo de pequeños pueblos bellos, conjunto del que si tuviese que destacar algo, sería la voluntad de mejorar y el agradecimiento por contar con una ubicación y entorno natural privilegiado por el que debemos seguir trabajando para que nuestros hijos y nietos sigan sintiéndose tan privilegiados como nosotros.

Es la única fórmula. Peñíscola recibe reconocimientos y premios, no sólo porque yo crea que es el pueblo más bonito del mundo, sino porque además de su excepcional condición, hemos trabajado para conservarlo, mejorarlo y ponerlo en valo, apostando por la gestión de calidad, por la implementación de la innovación y la promoción fruto del convencimiento de que podemos conseguir todo lo que nos propongamos con trabajo, trabajo y trabajo. H

*Alcalde de Peñíscola