Sí estamos contra el racismo, sí estamos contra la xenofobia, sí estamos contra la desigualdad». No es un chiste de mal gusto, pero estas palabras se escucharon ayer, en comisión, de la boca de un representante público de la extrema derecha.

La misma extrema derecha que hace dos semanas, en el pleno de debate de política general de la Comunitat Valenciana en Corts, presentó unas propuestas que no se sostenían, ni con el mejor andamiaje, pero que forman parte de su ideario político, si así se puede llamar. Propuestas poco serias como la publicación de las gastos generadas por la cuidado de cada mena --como ellos llaman a los niños y niñas extranjeros que están en Europa sin la compañía de un adulto-- bajo tutela de la Generalitat; o instar al Gobierno a que refuerce el número de agentes suficientes para hacer frente al aumento de la delincuencia y la inseguridad en los barrios donde la inmigración ilegal y los menores extranjeros son un problema real.

Debate en el que me tocó intervenir, como diputada representante de los grupos parlamentarios que damos apoyo al gobierno del Botànic, para rebatir estas propuestas de la ultraderecha, llenas de un odio tan, pero tan difícil de soportar, que hasta pensé en un momento que al diputado que le tocaba presentar las propuestas a grito pelao le iba a dar un telele por no soportarse a sí mismo de tanto odio que emanaba de su ser, un odio transformado en gritos y arengas con gestos de saña hacia los menores extranjeros, niños y niñas que tienen el mismo derecho que tienen todas las personas por el simple hecho de serlo, derecho a una vida digna.

Unas propuestas que nos mostraban la peor cara de Vox. Esa cara que busca una España, solo una, una España pequeña donde no caben ni las mujeres, ni las personas LGTBI, ni en este caso, las personas inmigrantes. Muy por el contrario, yo sí creo en una España grande. Una patria grande que acoge a todo el mundo, una patria grande donde cabemos todas, también las migrantes que con su trabajo sacan adelante a España.

Ese día del debate de política general fue un día duro para mí. No contento con el merecido apagamiento de sus iras y rabias, apagamiento que llegó de la mano de los aplausos y palabras de apoyo de mis compañeros y compañeros de bancada y de otros grupos parlamentarios, el proponente vuelve, volverá otro día y otro más con ese discurso abominable. No cabe duda, la extrema derecha aprovechará cada oportunidad que se le presente para sembrar miedo, para deshumanizar la política.

Rebatir esa propuesta no fue difícil, porque se trataba de una formulación débil, basada en noticias falsas, que en ningún momento buscaba dar solución a problemas reales que existen con la inmigración, sino crear nuevos , como guetos, enfrentamiento, criminalización. Pero fue doloroso porque se mentía mucho y se menospreciaba a las personas migrantes que no hemos tenido la suerte de nacer en Europa.

Ahora más que nunca es necesario enfrentar a la extrema derecha de manera humilde, humana, con el corazón en la mano, pero de manera contundente porque si no el miedo --ese que ellos siembran-- se instalará en la sociedad generando más racismo y violencia y no voy a permitirlo. Hay que humanizar la política. Es mi contribución como servidora pública elegida por el pueblo. H

*Diputada de Unides Podem por Castelló en Les Corts