Al final, hurtar dos frascos de crema antienvejecimiento ha acabado siendo un motivo de mayor peso para dimitir que un título falso de máster y el descrédito de una universidad pública. Tal vez haya una moraleja en el desenlace del drama --convertido en esperpento en su último capítulo-- de Cristina Cifuentes, la ya dimisionaria presidenta de la Comunidad de Madrid, pero lo que seguro queda de un escándalo vergonzoso y vergonzante es que la relación del PP con la corrupción y las cloacas políticas, policiales y periodísticas ha alcanzado cotas intolerables. El partido de Mariano Rajoy busca ahora un candidato «limpio» para suceder a Cifuentes al mando de la autonomía.

Durante un mes, Cifuentes aguantó estoicamente las revelaciones periodísticas que, a diario, fueron desvelando el caso del máster que nunca cursó en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y que, cínicamente, acabó «devolviendo». En este periodo de tiempo presentó certificados universitarios que se revelaron como falsos y se aferró al cargo, ante la indecisión de Ciudadanos, que tardó en aceptar que lo único digno que podía hacer la oposición era presentar una moción de censura. Cifuentes no solo aguantó en su cargo; en Sevilla, en la convención que organizó el PP para impulsar su moribundo pulso político, tuvo tratamiento de estrella, en un sonrojante espectáculo de cierre de filas made in PP. Mientras voces en el partido la defendían, Rajoy ejercía de Rajoy, con sus silencios y sus juegos de palabras, pensando más en controlar los tiempos políticos y en su pulso con Ciudadanos que en la honorabilidad de la presidencia de Madrid, el prestigio de la URJC y el daño causado a sus estudiantes. Hasta que la mañana del miércoles, se hizo público un vídeo grabado en el 2011 --que debería haber sido destruido un mes después de grabarse-- que mostraba a Cifuentes cometiendo un hurto en un supermercado. El escarnio público doblegó esta vez la voluntad de Cifuentes, que ahora sí dimitió de su cargo. Sin duda, la jugada contra Cifuentes ha sido sucia: guardar durante años ese vídeo y elegir este preciso momento para filtrarlo a un diario digital es un asesinato político en toda regla. Pero Cifuentes dista mucho de ser una víctima, como trató de presentarse en su discurso de dimisión, ya que debería haber abandonado la presidencia hace ya tiempo. La filtración, en cualquier caso, está a la altura de la cultura política del PP en la Comunidad de Madrid, donde ha habido denuncias de espionaje y ha florecido el sistema de corrupción más importante de España. Otro expresidente de la comunidad, Ignacio González, ha estado en prisión por casos de corrupción, al igual que el exsecretario general de la formación, Francisco Granados. La lista de casos de corrupción de Madrid incluye casos como la Gürtel, Púnica y Lezo. Cifuentes se presentaba a sí misma como la regeneradora del PP en Madrid, y aseguraba que ello le ha granjeado enemigos en su propio partido.

Con Cifuentes cae una candidata a suceder a Rajoy. Desde el punto de vista del líder del PP, su dimisión es preferible a la moción de censura, ya que ahora puede buscar a un candidato que sea aceptable para Ciudadanos. Un candidato limpio, tal vez interino, que junto a quien aspire a la alcaldía de la capital prepare al partido para la batalla de las autonómicas y municipales del año que viene, en las que el PP corre el riesgo de perder Madrid y de ver reflejado en las urnas el sorpasso que auguran las encuestas. En caída libre en los sondeos, desnortado en Cataluña y asediado por la corrupción, la crisis del partido gobernante tiene aires a cambio de ciclo.