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Los números son claros: a este ritmo, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, la hucha de las pensiones, se quedará vacía a finales del 2017. Para el 2018, por tanto, será necesario que España se dote de un nuevo sistema de financiación de las pensiones, dado que el actual es a todas luces insostenible. En plenas negociaciones para formar Gobierno, los partidos implicados deben ser conscientes de que este es uno de los temas más urgentes a los que se enfrenta el país.

¿Tienen futuro las pensiones? El actual sistema tal y como está parece que no, y menos después de que en un mes el Gobierno haya sacado de la hucha casi 10.000 millones para afrontar otros pagos. La crisis ha golpeado duramente a las pensiones primero con el paro, ya que supuso un descenso de las cotizaciones, y después con la precariedad, lo cual empeora la calidad de las cotizaciones. En cifras: suben los afiliados a la Se guridad Social pero baja la cotización media. Si a ello se le une el envejecimiento de la población (aumenta el gasto), el resultado es que se ingresa menos de lo que se gasta.

Las pensiones de jubilación son un pilar del Estado del bienestar. Además, constituyen un derecho adquirido tras años de cotización. A corto plazo, no se puede obviar la evolución demográfica (más esperanza de vida, menos nacimientos y el impacto inmigratorio reciente) ni esperar que aumente de forma brusca el empleo. Las dos reformas recientes (2011 y 2013) han incidido solo en reducir el gasto. Aun hoy la ministra Báñez habla de crear empleo para garantizar la sostenibilidad el sistema. Y es necesario, pero con este empleo de sueldos bajos no se pagan las pensiones de quienes trabajaron en otras condiciones laborales.

Por tanto, la reforma, apuntan mayoritariamente los expertos, debe pasar no solo por reducir los gastos (redirigir las pensiones no contributivas es una opción), sino por aumentar los ingresos. El ejemplo de Francia -un impuesto social que grava todas las rentas con el 1%- se antoja como el ejemplo a seguir. Pero para ello hace falta coraje político y consenso. Lo cual no quita que deba abordarse el otro gran debate: una economía como la española con escaso valor añadido, con sueldos bajos y trabajo precario difícilmente podrá permitirse un sistema de pensiones como al que se aspira. Ahí radica el gran reto a medio y largo plazo.