A una velocidad vertiginosa la sociedad se está convirtiendo en una eterna adolescente adicta al entretenimiento. Sociólogos y psicólogos vienen advirtiendo sobre la infantilización de la sociedad postindustrial. La realidad es que a pesar de que la población envejece, los rasgos adolescentes permanecen en una proporción cada vez mayor de personas adultas. Por un lado, es una evidencia que la juventud se ha convertido en objeto de veneración que hace que la gente intente permanecer joven a golpe de bisturí. Todo es respetable. Pero, por otro lado, lo más preocupante es la creciente porción de adultos que se esmera en cultivar su propia inmadurez haciendo que la experiencia que proporciona la edad se vea mas como un lastre que como una virtud. Este hecho hace que la adolescencia se extienda hasta edades muy avanzadas, generando así una sociedad inmadura, integrada por personas que exigen cada vez más, pero que se esfuerzan cada vez menos. Todo esto hace que, paulatinamente, vaya desapareciendo la cultura de la reflexión y el pensamiento.

La educación basada en el raciocinio está cambiando hacia la satisfacción instantánea, por lo que la cultura se va convirtiendo en entretenimiento, dominando la impulsividad sobre el pensamiento, lo que hace que cada vez seamos menos capaces de gestionar lo que nuestros antepasados hacían con naturalidad, creando traumas y buscando excusas para no asumir responsabilidades. Esta visión infantil de la vida se refleja en como se intenta inflar la autoestima porque sí, sin ningún motivo que la sostenga y sin hacer nada para ganarla. Y lo cierto es que es el trabajo bien hecho (el esfuerzo) el que crea y fortalece la autoestima. Ante tanto Peter Pan es necesario tener más iniciativa, asumir responsabilidades y ser más autónomo.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)