Resulta impactante leer el diálogo que hoy publica el periódico Mediterráneo entre un yihadista vinculado a los atentados de París de noviembre del 2015 y una chica musulmana residente en Cataluña. «Te llegan armas y te metes donde hay reuniones y empiezas a matar a saco, todo lo que te encuentras de frente. Dios grandioso. Y empiezas. Mata todo lo que puedas matar», le escribió en un momento de su relación cibernética el yihadista a la muchacha. Impresiona más si se tiene en cuenta la fecha, junio del 2015, ya que apenas unos meses después el comando terrorista que mató a 137 personas en París hizo exactamente eso: disparar y matar a todo lo que se encontraron delante, por ejemplo en la sala Bataclán.

Las conversaciones forman parte de una investigación de los Mossos d’Esquadra y la Guardia Civil que contribuyó a la detención del yihadista, Abdeljalil Ait El Kaid, un marroquí que residía en Alicante y que en el 2014 viajó a Siria para enrolarse en el Estado Islámico. Son un documento de primera mano para entender el sistema de captación y adoctrinamiento de potenciales terroristas, un proceso en el que se mezclan las conversaciones pueriles, las referencias religiosas, las promesas de bienestar económico, las mentiras, y el extraño influjo que produce en algunos musulmanes europeos el Estado Islámico. El caso de esta chica no es único: no es infrecuente la historia de mujeres muy jóvenes que abandonan su vida en Occidente para casarse con combatientes del Estado Islámico y trasladarse a vivir con ellos a ciudades bajo control del califato como Raqqa.

Este tránsito entre Occidente y Siria constituye sin duda un reto para las fuerzas de seguridad europeas. Es vital localizar los riesgos y actuar antes de que puedan cometer un atentado. De la misma forma, también es crucial entender los motivos por los que el influjo del Estado Islámico puede resultar tan atractivo para según que ciudadanos europeos y, de esta forma, intentar debilitar, desacreditar y erradicar su capacidad de persuasión. Porque la seguridad total no existe, no pueden controlarse todas las conversaciones que se dan en las redes sociales y los servicios de mensajería, pero sí se puede trabajar para que los mensajes de odio de los yihadistas no encuentren terreno fértil en el cual florecer.