Quizá no le concedan el Balón de Oro, pero todo buen aficionado sabe que lo merece. Su penitencia, por llamarlo de algún modo, es que tiene que convivir con Messi o Cristiano. Quizá la métrica de quienes decidan sea cuestionable o quizá no haya que darle más importancia. Sea como sea, Andrés Iniesta hace tiempo que ya es uno de esos jugadores que trascienden el fútbol, los colores y todo aquello que envuelve un deporte no exento de aspectos bastante vergonzantes.

Iniesta es diferente porque ha logrado representar no solo el triunfo deportivo sino el ejemplo de un comportamiento a seguir. Millones de niños y jóvenes en el mundo saben, viéndole, que se puede ser el mejor y ser humilde al mismo tiempo. Tocar las estrellas sin perder jamás la compostura, encarnar la prudencia, la responsabilidad y el equilibrio. Don Andrés, así le rebautizó radiofónicamente Josep Maria Puyal, lo viene confirmando durante 10 años seguidos.

Ese es el récord insólito de una generación de futbolistas que lo han ganado todo con el Barcelona y con la selección nacional. Exceptuando el desconcertante episodio del mundial de Brasil, el palmarés ininterrumpido no conoce parangón en la historia del fútbol. Siempre he pensado que, lo mínimo que se les debe exigir a los jugadores de élite (cuyas fichas económicas pueden ser ciertamente ofensivas), es que sean un ejemplo positivo dentro y fuera de los terrenos de juego.

En plena Eurocopa, no parece aventurado afirmar que se encuentra en un momento dorado de su carrera. Su calidad técnica, creatividad y jerarquía en el campo lo convierten en un futbolista excepcional. Revisar las opiniones de todos sus entrenadores, así como las de sus compañeros y rivales constituye el mejor argumentario para entronizarlo como el mejor. Solo Xavi, de quien una vez Jorge Valdano dijo que era el jugador más inteligente del mundo, podría ofrecernos dudas acerca de ese liderazgo.

El fútbol solo es un juego, un deporte. Pero en todo el mundo mueve pasiones, intereses, sueños e ilusiones. Hoy es un fenómeno global cargado de claroscuros y contradicciones. Como todo o casi todo. Solo tenemos que ver el resurgir de la violencia en las gradas y las noticias sobre los preparativos criminales de algunas hinchadas europeas. No son aficionados, son hordas que las autoridades deberían saber interceptar a tiempo. Por eso tiene un cierto sentido balsámico rescatar, en medio del ruido y las estridencias, ejemplos valiosos como el de Andrés Iniesta y todos los valores que simboliza.

Sí, el fútbol debería parecerse más a Don Andrés. Talento y honor en todas partes. H

*Secretario Autonómico de Turismo