Según J. Locke, el hombre no es un enemigo sino que es un ser libre, independiente e igual que, en ese estado de naturaleza, vive conforme a la razón pero en un estado de precariedad, ya que las pasiones humanas atentan contra la razón y la libertad que rigen en el estado natural. Es necesaria una tercera parte imparcial: el Gobierno democrático. En ese sentido, el Estado es el depositario de la confianza de los individuos que no deben ser traicionados pues debe de existir observancia, de parte del que gobierna, a ese contrato social establecido entre todos y, de parte de los individuos, el deber de obediencia al que gobierna. Esta concepción política establece que la soberanía radica en la representación popular (de todos los integrantes del pacto) que eligen quién los va a gobernar.

J. J. Rousseau concibe que el hombre en estado de naturaleza es un ser bueno que se corrompe con el advenimiento de su estado social, pero ya no hay retorno y es importante que en el estado social impere la ley civil, con el mismo sentido que en el estado de naturaleza.

Varios de los ministros del actual Gobierno español han anunciado los puntos básicos de sus acciones más inmediatas. La mayoría de ellos no han hecho referencia al factor tiempo puesto que la inmediatez de la voluntad se enfrenta a la relatividad del tiempo. La intención de todos es que los logros sean alcanzados en el plazo más corto posible, pero hay factores que hacen que el proceso tenga un desarrollo determinado. Hay siempre un margen de confianza que permite a los gobernantes proveerse de las herramientas necesarias para llevar a cabo sus proyectos.

Lo que cuenta es la determinación del hecho para que los ciudadanos podamos reivindicar la meta.

*Secretaría Área de Políticas Sociales y LGTBI PSPV-PSOE Castellón