En apenas una semana se cumplirán 129 años del nacimiento de Willi Müzemberg --el Goebbels comunista-- en la localidad alemana de Erfurt. Müzemberg, hombre de confianza de Lenin, era el homólogo del ministro de propaganda de Hitler, pero en el Partido Comunista de Alemania. Su misión fue inocular en la conciencia de occidente la idea de que cualquier crítica o reproche al sistema soviético --a los gobiernos de izquierda en general-- solo puede provenir de fascistas fanáticos o estúpidos.

Viene esto a colación porque cuando Pablo Casado afirmó la pasada semana que España no puede absorber a todos los africanos que quieren venir a Europa y que no es posible que haya papeles para todos; al Gobierno socialista y a sus socios paleocomunistas de Podemos, les faltó tiempo para acusar al líder del Partido Popular de hacer guiños fascistas y racistas.

Nada nuevo bajo el sol. Ya lo decía Müzemberg: cualquier crítica a un gobierno de izquierdas solo puede provenir de un facha.

Celestino Corbacho, ministro de Trabajo del Gobierno socialista de Zapatero, dijo en el 2008: «No estoy a favor de los papeles para todos. La inmigración es un fenómeno rápido y masivo y no es neutro. Hay que gobernarlo». ¡No quiero ni pensar qué hubieran dicho los progres de guardia de hoy en día, si esta opinión la hubiera firmado algún político del Partido Popular! Bueno sí, claro: facha.

De poco ha servido la visita de Pablo Casado a Algeciras, que solo en el mes de julio ha recibido mil personas al día procedentes del Estrecho, o lo que es lo mismo treinta mil personas en todo el mes, casi dos barcos Aquarius cada día. De poco ha servido que Casado manifestara lo desgarrado que se siente ante el drama de la inmigración, que él también es persona. Será persona, pero facha.

Da igual que ante las peticiones de Pedro Sánchez, el propio presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker haya respondido que «los recursos disponibles son limitados» y deberán resolverse a través de la solución global que aporta el Fondo Fiduciario de la UE para el norte de África. Una solución global como la que propone Pablo Casado a través de un plan similar al que supuso el Plan Marshall para Europa al finalizar la II Guerra Mundial.

La política de inmigración no admite demagogias ni buenismos; ni ese tercermundismo falsario disfrazado de turismo solidario, que tranquiliza conciencias propias mientras miles de personas se juegan la vida en ataúdes flotantes, cruzando el Mediterráneo al albur de las mafias del Estrecho.

La atención humanitaria no se discute. Lo que se discuten son las políticas que no lleven a mejorar la calidad de vida en los países de origen. Porque hay una evidencia palmaria: ningún país puede afrontar por sí solo el control e integración de la inmigración exterior de la Unión Europea. Aunque por defender lo obvio, te llamen facha.

*Vicepresidente de la Diputación Provincia de Castellón