Querido/a lector/a, la inmigración existe y seguirá existiendo en cantidades más allá de lo lógico mientras no se aborde con criterios y políticas serias en el marco de la Unión Europea. Digo de forma compartida y coordinada por todos sus países. En caso contrario seguirá creando situaciones de emergencia y ocupando las portadas y los arranques de los periódicos y los informativos de las radios y las televisiones. Sobre todo en verano, cuando el buen tiempo permite que desesperados del sur se atrevan, después de recorrer kilómetros y países a pie, a pagar a alguna mafia para que con una endeble patera (que no es un buque de guerra) y, arriesgando sus vidas, se les acerque a la UE, a la que algunos venden y otros creen que es la costa de la esperanza o la tierra prometida. Por desgracia, no es así.

Lo que viene ocurriendo es que la vieja y engreída Europa, la de los derechos del hombre y del ciudadano, la del estado del Bienestar, a estas personas sin papeles no les recibe con los brazos abiertos y con besos, sino que los condena a vivir en algún suburbio de alguna de sus capitales, sin servicio humanitario de acogida, sin servicios sociales colectivos, sobreexplotados en caso de encontrar empleo, sin derechos y sin la posibilidad de integración social.

La cuestión es: ¿tiene solución digna y humanitaria? La respuesta es: ¡Sí! (medidas para gestionar las emergencias, reforzar las vigilancias, contrataciones en origen, fomento del desarrollo de los países de origen, medidas de integración socia, etc). En caso contrario, negar una solución, la que sea, la acordada, sería como dice Hans Magnum Enzensberger, una injuria a la razón, equivaldría a una prohibición de pensar y a una capitulación.

Lo que no es solución es lo de Pablo Casado, apuntándose al discurso populista y de antiinmigración y usando el miedo y el sufrimiento para ganar votos. Seamos serios; hablamos de seres humanos. Amén.

*Analista político