Imposible asociar este 2020 con algo redondo. Aunque lo llevara impreso en sus números. Si por redondo entendemos algo pleno, satisfactorio y completo, no, no será un buen ejemplo. A la tragedia global de enfermedad y pérdidas se añade un temblor económico cuyo alcance todavía resulta complicado de calcular. Pero, de eso ya sabemos bastante.

Tal vez, hasta nos sobra información. Especialmente aquella que rebosa infectada de confrontación y odio cruzado. Necesitamos comenzar a reubicar el foco y el altavoz en todo aquello que vaya reconstruyendo una narrativa optimista de la vida y del futuro. Porque a veces la más delicada flor puede atravesar el asfalto.

Los datos del turismo rural constituyen una buena noticia. Lo son para un territorio y una sociedad como la nuestra que necesita motivar la esperanza.

La demanda existe. A pesar de los pesares, a la mínima que las circunstancias epidemiológicas no lo impidan, la gente busca su escapada hacia esta geografía fértil en experiencias.

Puede que suceda fundamentalmente por dos cuestiones. La primera es que existe una oferta rearmada por personas emprendedoras. Construida a pulso como respuesta a una necesidad de supervivencia. Ideas e iniciativas orbitadas contra viento y marea. Hoteles, alojamientos rurales, restaurantes, bares, sabores y saberes, oferta complementaria, propuestas de actividades vinculadas a la naturaleza, la cultura autóctona, el paisaje, la autenticidad.

La segunda premisa que ha funcionado es la necesidad humana de abrir puertas. Abrir precisamente esas puertas que aquí podemos abrir y representan una ventaja competitiva de primer orden. No solo competimos con playas y productos que tradicionalmente convocan a grandes cantidades de público. Competimos inspirando un viaje diverso que nos oxigena de otra manera.

Dicen que la pandemia nos cambiará y revertirá muchos esquemas. No lo tengo del todo claro. También dicen que saldremos más fuertes y mejores. Lo dudo. Muchos saldrán sin padre, sin madre, sin empleo o cerrando la persiana. Saldrán más fuertes los de siempre. Saldrán más fuertes los Amazon, las cadenas de supermercados, Netflix, etc.

Desde la paradoja de Stockdale sabemos que un exceso de optimismo puede ser terrible pero lo cierto es que tenemos que intentar estar atentos. Quizá todo consista en intentar estar atentos. Dedicar tiempo a la vida, a la salud (sobre todo a la mental), a la felicidad. Necesitamos extraer lecciones de este malintencionado 2020. Por eso tenemos que tomarnos muy en serio la necesidad de estar atentos. Los de siempre engordarán. Todos les suministramos el pienso en generosas dosis. Toca que prestemos atención a nuestro entorno para que, en este gran mercado llamado mundo, nos glocalicemos (conectar lo global con lo local) mejor. Nuestro interior tiene futuro. Me refiero al interior geográfico rural y al interior propio de cada ser humano. El interior mental donde nacen las transformaciones o las resignaciones. Escojamos bien. H

*Secretario autonómico de Turismo