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El caso Nóos llegó ayer a su día mediático estelar. Concluyó la declaración de Iñaki Urdagarin y le tocó el turno a su esposa, la infanta Cristina. La comparecencia ante el tribunal constituye un hecho insólito e histórico. Aunque Cristina se negó a responder a la acusación particular, las preguntas que tuvo que escuchar no impidieron que quienes seguían la sesión pudieran hacerse una composición de las actividades de la firma Aizoon. Las respuestas a las preguntas de su defensa, las únicas que aceptó, no supusieron obviamente contratiempo alguno, pero ofrecieron una imagen peculiar del matrimonio Urdangarin-Borbón.

La hermana del Rey se limitó a afirmar su ignorancia sobre todo lo que rodeaba a la empresa --incluidos los gastos familiares-- o de dónde procedía el dinero que sufragaba viajes de recreo a Brasil o un safari africano. Las respuestas que esquivó al remitir a Urdangarin en todo lo relacionado con la “gestión económica de la familia” y a los asesores de su marido o de la Casa del Rey para cuestiones fiscales, mostraron a una persona irresponsable, por desconocimiento, de un montón de cuestiones de gestión de sus asuntos que el ciudadano medio difícilmente puede ignorar. Al tribunal corresponde decidir si alguna de sus acciones u omisiones constituyó delito.