Uno de los debates más persistentes en el sistema educativo es el horario lectivo y sus consecuencias. No existen hasta la fecha estudios comparativos que permitan concluir que una modalidad de jornada escolar distribuida entre mañana y tarde sea mejor que la intensiva. Y tampoco lo contrario. Cuestiones muy variadas -entre las que no hay que desdeñar las geográficas o climáticas- impiden una respuesta única y general. Sin embargo, en apenas unos años la implantación de la jornada intensiva en los centros de secundaria en España ha ganado terreno de forma.

Los defectos advertidos en el proceso de implantación del horario intensivo en la secundaria deben ser tenidos muy en cuenta ahora, cuando el cambio de jornada escolar afecta a alumnos menores de 12 años y, obviamente, a su entorno familiar. Lo razonable es prolongar ese plan piloto y examinar los efectos que se derivan de enviar a los escolares a casa a las tres de la tarde, entre los que se incluiría la pérdida -como ha ocurrido en la ESO- del servicio de comedor.

Además, la jornada continua pondrá a familias ante el desafío de dejar al menor en casa por las tardes o buscarle actividades cuyo coste no siempre podrá ser asumido.