Este IV Domingo de Pascua, llamado del Buen Pastor, la Iglesia universal pide orar por las vocaciones, y, en España, también por las vocaciones nativas en los ‘países de misión’. Hemos de rezar con fe e insistencia a Dios para que los jóvenes escuchen la voz de Dios, acojan la llamada del Señor y entreguen su vida al servicio del Evangelio y de los hermanos, en sacerdocio o en vida consagrada.

Jesús, el Buen Pastor, nos pide orar por las vocaciones: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9, 36-38). Jesús mismo, antes de llamar a los apóstoles, pasa la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). También hoy las vocaciones son fruto de la oración confiada e insistente al ‘Señor de la mies’, individual, comunitaria o familiar.

Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor viene a nuestro encuentro. «La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor» (Francisco). Por eso, la vocación se descubre y abraza cuando el corazón se abre a la gratitud y sabe acoger el paso de Dios en nuestra vida.

La propuesta de Jesús a seguirle es ardua: Jesús invita a entrar en su amistad, a escuchar y dejarse moldear por su Palabra, para vivir con Él y como Él. En la escuela de Jesús se aprende la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino. Como a los Apóstoles, Jesús invita a salir de sí mismos y de una voluntad cerrada, de la búsqueda de la auto-realización para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella. «Nuestra realización personal y proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un ‘yo’ aislado; son la respuesta a una llamada que viene de lo alto» (Francisco).

La llamada de Jesús a seguirle se percibe en la oración, hecha con actitud de escucha, de apertura generosa del corazón y de confianza en el Señor. Los miedos a abandonar nuestras seguridades y la falta de confianza en el Señor, impiden a menudo acoger el camino de la vocación. Jesús, como a los Apóstoles en la tempestad, dice a los jóvenes: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» (Mt 14,27). Oremos al ‘Dueño de la mies’ que nos conceda el don de nuevas vocaciones.

*Obispo de Segorbe-Castellón