La mejor parte de mi vida la he pasado entre jóvenes y he conocido sus inquietudes y valorado su personalidad. Y ahora, que afortunadamente he llegado a viejo, recuerdo que también unos años fui joven. Y recuerdo que durante mucho tiempo llevé un diario en el que vertía experiencias, pensamientos, etc... de aquellos tiempos. Lo recuerdo muy bien. Momentos ora alegres, ora tristes. Y he tenido muy buena gente entre mis alumnos y alumnas, responsables, que también se divertían, lo cual es muy lícito.

También es cierto que esta prueba de fuego del virus está cambiando hábitos en toda la escala humana, pero más entre los jóvenes (esto no es ninguna estigmatización). Ahora bien ¿cuándo uno es joven? La OMS fija entre los 18 y 30 años el periodo juvenil, pero es obvio que hay que distinguir entre edad cronológica, biológica, etapas psicosociales del desarrollo, etc...

Pues bien, lo que está en juego ahora es la supervivencia para lo cual hay que respetar normas, espacios y medidas, evitando aglomeraciones y contactos, especialmente, tanto en jóvenes como en mayores, aunque la proporción estadística ya se sabe cuál es. «Salir, beber y tener sexo», decía un reciente escrito en este periódico, es lo que desean los jóvenes (yo no generalizaría), pero no a costa de un previsible contagio del virus. Responsabilidad, sobre todo y para todos. Una cuestión ética. Lo demás son milongas. H

*Profesor