Socios de peligrosa conveniencia del presidente del Gobierno, el prodigioso contorsionista conocido como el Hombre Botella no sería más que un aprendiz de Pedro Sánchez, van destapando el plan para acabar con el régimen constitucional del 78. Los letrados del Congreso ya han dicho que no es posible investigar a Juan Carlos I, el gran hacedor de la Transición y la consolidación de la democracia tras cuarenta años de dictadura, cuyas meteduras de pata y sospechas de conductas poco ejemplares resultan ahora ardid inmejorable para alimentar la política de acoso y derribo de la Monarquía parlamentaria.

No voy a defender lo indefendible, el ciudadano común no es el superhombre de Nietzsche y tampoco lo es, en especial, el Rey emérito. Los desaciertos deben quedar huérfanos de complacencia, pero en el delicado tema que nos ocupa hay algo por encima de la legítima reacción humana que mueve a la repulsa por acciones incompresibles: el interés de España. Sería injusto que las torpezas del monarca más popular del orbe resultaran argumento definitivo para liquidar cuatro décadas de brillante servicio a la patria. Primero de la mano de Adolfo Suárez, que procedía del falangismo dirigente, y después junto a Felipe González, el socialista más lúcido y capaz que ha dado este país, además de un patriota.

Solo recordar algunos episodios fundamentales protagonizados por el hoy devaluado Juan Carlos I, de la mano de Suárez y González, nucleares para la consolidación del Estado de derecho: Primero fue el muro de contención para parar las veleidades del aparato franquista, en el posible intento de perpetuar el Régimen y apenas año y medio después de la muerte de Franco apoyó la legalización del Partido Comunista (aquello sí que fue revolucionario y arriesgado). En 1981 se puso el uniforme de capitán general de los ejércitos y paró el golpe del 23-F. Durante décadas fue el mejor embajador, fomentando las relaciones internacionales con positivos efectos en un momento crucial para el despegue social y económico de nuestro país. Si ahora pide perdón por los errores, estará bien. Pero es bueno recodar a las jóvenes generaciones que el hoy Rey emérito no solo estuvo esos años de cacería, recibió regalos y cortejó a señoritas de buen ver. Su papel resultó decisivo en muchas ocasiones. La aspiración de cambiar el sistema democrático nadie la puede negar, siempre por los cauces democráticos y desterrando las maniobras interesadas de ideólogos trasnochados que sueñan con las miserables y fracasadas recetas de Stalin y Castro.

Ahora, ciertos paladines de la democracia y la libertad, cada día más en sintonía con el brazo político de los asesinos de ETA y los independentistas, abren un nuevo frente con nombre propio en la táctica para cargarse al Régimen del 78 por la vía del acoso y derribo: Felipe González. Reverdece aquello tan llamativo de Pedro J. Ramírez: la X del GAL. Ya habló en el Congreso el hoy docto vicepresidente Pablo Iglesias, a la sazón portavoz de Podemos: «Felipe González tiene el pasado manchado de cal viva». Junto a Podemos y Bildu que es la excrecencia política de los encapuchados del tiro en la nuca que, por cierto, todavía no han entregado las armas, más los de las sacristías encubridoras del PNV, tolerantes palabras del desaparecido Arzalluz con los chicos de la gasolina, y alguno más, piden pasar cuentas a Felipe por el GAL. Aquella banda criminal de chapuceros procedentes de la mafia marsellesa que cometió vergonzosas tropelías, con un total de veintisiete asesinatos.

Los denominados Grupos Antiterroistas de Liberación nacieron para combatir a ETA, y lo hicieron de forma errónea. Respecto a la implicación del Ministerio del Interior en la organización de la banda ya quedaron juzgadas las responsabilidades y sus máximos responsables fueron encarcelados: José Barrionuevo y Rafael Vera. Sin embargo, siguiendo la táctica de dinamitar el más importante periodo de libertades y prosperidad, salta a la palestra el nombre de Felipe, el más reconocido de los estadistas españoles a nivel internacional y personaje clave en la gran transformación de España. Él y Juan Carlos I, son los grandes pilotos que llevaron la modernidad a nuestra nación, situándola con reconocimiento en los primeros lugares del mundo.

QUIEREN ENMENDAR a Felipe y así desestabilizar. Quieren borrar los extraordinarios servicios prestados en bien de la sociedad española y que aparezca el gran líder socialista estigmatizado en cabecilla de una banda terrorista, ante la falta de información de varias generaciones que no llegaron a vivir los momentos más difíciles y sangrientos desde la guerra civil. Qué grandeza la de algunos personajes que encarnan a partidos democráticos. Desde luego que el GAL fue una equivocación. Hay que haber vivido los años en que los etarras atentaban todas las semanas, solo en 1980 asesinaron a 98 personas y cuando anunciaron el ceses de la actividad criminal habían acabado con la vida de 857 ciudadanos de todas las edades y condición. Fue una equivocación el GAL.

Al igual que en países de larga tradición democrática, el entonces Gobierno de España tendría que haber creado un cuerpo especial dedicado a combatir sin tregua a ETA. Margaret Thatcher lo tuvo claro en el país cuna de la democracia, que se lo pregunten a los del IRA. ¿Qué es eso de la guerra sucia contra ETA? Más sucio que asesinar a casi mil personas, causar heridas irreparables a varios miles, además de secuestros y extorsiones. ¿Qué hay más sucio que eso? Al final Otegui será un héroe nacional en defensa de la paz, mientras a Felipe González lo quieren convertir en el capo de una banda terrorista.

*Periodista y escritor