Las redes sociales, gran ojo y tentáculo manipulador del Gran Hermano en el que ha devenido esta sociedad, tan mojigata como deshumanizada, se han convertido en la barra de bar desde la que se opina con ligereza y también la plaza pública en la que el populacho pide sangre. Es la gran ocasión de aquellos que desean acabar, por la vía rápida, con el régimen constitucional del 78, el que aportó el mayor periodo de democracia y prosperidad de la historia de España.

Escuelas, institutos y universidades llevan décadas mal formando a millones de ciudadanos, faltos de una adecuada base cultural en humanidades inspiradora del libre pensamiento que esté exenta de maniqueísmo, así como la ausencia del conocimiento científico de nuestra historia, sin manipulación. La gran grieta que supone la educación, erosionada hasta el infinito con las cesiones a la comunidades autónomas y la particular interpretación de los nacionalismos, ha llevado a varias generaciones a una peligrosa situación de desconocimiento general del transcurrir de nuestra historia. A millones de españoles se les ha ocultado o contado de forma sesgada por qué y cómo pudo lograrse la democracia tras cuarenta años de dictadura. De esa forma llegamos al akelarre digital de los que van envueltos con la bandera de la II República, que resultó un gran fracaso, como ya lo fue la I República en el último tercio del XIX. Estos días las redes resultan el mejor minarete desde el que llamar a la guerra santa contra la monarquía, empleando como arma arrojadiza los presuntos indicios sobre el comportamiento del rey emérito, sin acusación concreta ni proceso judicial alguno. Es la marabunta de los impacientes que piden república, cuando la mayoría de ellos ni sabe ni le preocupa las diferencias que existen respecto a la monarquía parlamentaria.

En el ejemplar periodo de la Transición, que recibió elogios de todo el mundo libre, tres hombres resultaron piezas clave: Juan Carlos I , educado bajo el auspicio de Franco ; Adolfo Suárez , falangista procedente de los cuadros del Movimiento Nacional; y Felipe González , líder socialista que en Suresnes rompió con el marxismo un año antes de la muerte del dictador. Sin la figura del Rey no habría sido posible aquella extraordinaria transformación del sistema, que en tiempo récord pasó de la dictadura a las libertades. Gran parte de las jóvenes generaciones que hoy vociferan contra el rey emérito y piden la república en réplica a las informaciones que implican al monarca con asuntos turbios, son ignorantes de lo que éste hizo y representó, no solo en el momento crucial tras la muerte de Franco, en el que estaba asentado un régimen autoritario bajo la tutela de los sables militares, sino también en la ardua tarea de la consolidación democrática interna y de adquirir el prestigio internacional que hasta entonces le era negado a este país. Dentro y fuera, la personalidad decisiva fue Juan Carlos I. Durante décadas el hoy vituperado rey dio grandes glorias a España, siendo el más efectivo y brillante embajador. Fue la cara amable, moderna, democrática, de una nación que recobraba el brillo en el mundo tras cuarenta años de oscuridad. Ahora, sin juicio previo, una parte del pueblo se revuelve contra el mismo rey que la noche del 23 de febrero de 1981 se puso el uniforme de capitán general de los ejércitos y paró el golpe de Estado protagonizado por Tejero , aquel guardia civil de opereta que a punto estuvo de convertir el Congreso en un baño de sangre. Y lo subraya Alfonso Guerra : «Sin el Rey, el golpe habría triunfado».

Sería descabellado defender los indefendible, las veleidades de Juan Carlos I eran conocidas desde joven, ya en los años setenta sonaba la relación de Su Majestad con la actriz Bárbara Rey . Aunque, en general, los reyes siempre han cosechado fama de bragueta suelta, no les van a la zaga numerosos presidentes de república. Sirva como ejemplo Mitterrand , el gran referente socialista francés tenía dos familias en paralelo, además de fugaces amantes. Conocidas son las infidelidades de J.F. Kennedy , entre ellas la sonora relación con Marilyn Monroe . Ahora el rey emérito, el que tantos servicios prestó a España, ha salido pitando como lo hicieron su abuelo, Alfonso XIII , y su padre, Don Juan de Borbón , el mismo día que fue proclamada la II República. En esta ocasión, no ha habido proclamación, han sido las maniobras de una amante despechada y un excomisario de Policía corrupto los elementos que han conformado el cóctel mediático devastador, destrozando el rédito de una ingente labor en favor de las libertades, el bienestar de los españoles y el engrandecimiento de la marca España en todo el mundo.

Resulta plausible la respuesta oficial del Gobierno presidido por Pedro Sánchez , del Partido Popular de Pablo Casado y de Ciudadanos capitaneado por Inés Arrimadas , mostrando respeto y apoyo a la monarquía encarnada por Felipe VI , en reconocimiento a la validez actual de la institución sobre la que han pivotado los avances de nuestro país desde el día siguiente de la muerte de Franco. Como era de esperar, el vicepresidente segundo y líder de Podemos, Pablo Iglesias , faltando a la responsabilidad de Estado, es la nota discordante, junto a sus revolucionarios conmilitones antisistema.

Los podemitas ven ocasión de oro para poner contra las cuerdas a la jefatura del Estado y al núcleo mismo del régimen democrático sustentado en la monarquía parlamentaria y precipitar el fin que los guía: la proclamación de la III República. Objetivo que venden como panacea a sus seguidores en las calles y aulas. Esos pirómanos de la política deberían recordar que año y medio después del fallecimiento del dictador, Juan Carlos I hizo posible la legalización del Partido Comunista, enfrentándose al estamento militar franquista al que tuvo que poner firmes, en lo que resultó paso decisivo para la instauración de la democracia en España. Me quedo con las palabras del veterano periodista Raúl del Pozo , que en el 77 tenía el carné del PCE: «Juan Carlos I ha sido el mejor Rey de España, junto a Carlos III . La brillantez superará a los momentos oscuros de los últimos años». Ah, y esto lo ha dicho Carmen Calvo , vicepresidenta primera del Gobierno: «El rey emérito no huye de nada». H

*Periodista y escritor