Estos días de inicio del otoño y caída de la hoja, curiosamente ha reverdecido el nombre del juez Jacobo Pin , el togado castellonense que con férrea obstinación y voluntad jurídica de hierro, tras demasiados oscuros años, logró acabar de instruir el denominado eufemísticamente Caso Naranjax . Propiciando que tiempo después se abriera juicio contra Carlos Fabra , hasta ese instante todopoderoso intocable de la política castellonense. El resultado final es conocido.

El hoy magistrado de la Audiencia Provincial, de 39 años, fue el segundo mejor expediente de su promoción en la facultad de Derecho de la Universidad de Navarra, mérito por el que recibió el Premio Aranzadi 2003. Ingresó en la carrera judicial con solo 26 años y pidió como primer destino los juzgados de Nules. Entonces, lo que no lograron instruir ocho de sus compañeros por los que pasó la causa sí fue culminado por Pin. No sin grandes dificultades, pues a la laxa actitud de la Fiscalía hubo que unir las presiones que según el juez estaba recibiendo desde la Sección Primera del máximo órgano judicial provincial, circunstancia por la que en junio de 2012 pidió amparo ante el Consejo del Poder Judicial. Ahora, también de forma circunstancial, ha caído en manos de Jacobo Pin un nuevo proceso contra Fabra, ordenando días pasados el registro de la mansión en la que vive y que ha provocado singulares reacciones desde el entorno del ex político, incluso de él mismo.

Un jurista de larga trayectoria, haciendo un paralelismo con el magistrado Pin, me recordaba la figura del juez Wilkerson quien, contra viento y marea del sistema judicial norteamericano y del fiscal Johnson , encarceló a Al Capone . H

*Periodista y escritor