Querido lector/a, Jean Claude Juncker es un político miembro del Partido Popular socialcristiano que, actualmente, preside la Comisión Europea, o lo que se supone que es lo mismo, el gobierno de la UE. Bueno pues, confieso que no es santo de mi devoción. Entre otras razones porque es un señor de derechas, uno de los padres de las políticas de recortes y fue primer ministro de un país, Luxemburgo, que, en el marco de la UE, lo podríamos clasificar de paraíso como fiscal. Así es que, repito, no es uno de los míos. Y es que, a pesar de que es miembro de un partido que se autodenomina socialcristiano, los trabajadores y las clases populares no pueden esperar, de un político de estas características nada relacionado con el bien común o de la mayoría social.

A pesar de todo, he de reconocer que, el otro día, tenía razón cuando se atrevió a abroncar a la Eurocámara y decirle al presidente de la misma, a Antonio Tajani, que «el Parlamento Europeo es ridículo» porque solo asistían unos 30 eurodiputados de los 751 que lo componen y debían estar presentes. ¿Que por qué pasa este abandono? Porque los eurodiputados están muy poco controlados. Porque como prueba de una mediocre organización coinciden reuniones plenarias con reuniones de comisiones, subcomisiones, delegaciones,… etc. Porque si el personaje a intervenir (como en esta ocasión era el presidente de Malta con solo 6 eurodiputados) no es un líder indiscutible y de un país puntero en la UE, decrece el interés y la asistencia. Porque a pesar de que, en teoría, el Parlamento Europeo tiene muchas competencias, todos los eurodiputados saben y constatan que las decisiones trascendentes no las toman ni el ejecutivo, es decir, ni la Comisión, sino el Consejo Europeo que está formado por los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros. A pesar de todo cobran más de 8.000 euros al mes entre dietas y salarios y deben asistir.

*Experto en extranjería