El debate actual sobre la eutanasia supone una ocasión inmejorable para desentrañar las bases político-filosóficas de la sociedad en la que vivimos y para ello, una vez más, nos puede ayudar el gran Inmanuel Kant. Su diferenciación entre moralidad y legalidad es fundamental para aclarar este tema.

La Ilustración con Kant a la cabeza, posibilita la constitución de sociedades abiertas, liberales, procedimentales y modernas que se constituyen como claramente diferenciadas respecto a las sociedades cerradas, tradicionales, sustantivas y premodernas. Su diferencia esencial está en que las sociedades cerradas construyen la legalidad única y exclusivamente sobre un moralidad determinada, generalmente sustanciada en una religión, pero podría ser cualquier otra ideología o, en definitiva, sobre una concepción del bien o de la vida buena. Moralidad y legalidad se identifican. Hay un ajuste perfecto entre lo que es bueno y lo que es legal. No hay problemas de identidad, ni de integración normativa. Todo esta claro y definido. El pecador es también delincuente. Y el que tiene otra religión u otra concepción de la vida buena queda excluido del espacio público.

Pero viene la modernidad y las cosas cambian. Dentro de la legalidad caben distintas concepciones del bien y la sustancialidad moral de una religión o una ideología ha de compartir el espacio público político con otras visiones dentro del territorio común de la legalidad y la ciudadanía. Moralidad y legalidad no coinciden, no se ajustan y ese desajuste supone todo un reto para el ser humano moderno, que desde su autonomía y libertad habrá de construir su propia vida. Son sociedades libres pero con problemas de identidad e integración. En esas estamos y muchos filósofos han escrito sobre esa esencial grandeza y vulnerabilidad del sujeto moderno.

La gran ventaja de las sociedades pluralistas, abiertas y laicas de la modernidad está en que no imponen comportamientos y dejan que sea la persona la que desde su concepción de la vida tome sus propias decisiones. No obliga al otro a que se comporte vía legislativa según lo que yo considero moralmente aceptable o bueno. Liberalismo y tolerancia en estado puro. Entiendes que el divorcio va en contra de tus convicciones, no te divorcies; que el aborto es moralmente reprobable, no abortes; que el matrimonio homosexual violenta tu visión de la relación de pareja, no hagas uso de esa posibilidad, pero no obligues a las otras personas a que se comporten según tu visión del mundo.

En el debate sobre la eutanasia, más allá de motivaciones economicistas deleznables que se han formulado, hay un poderoso argumento en contra que puede ser muy válido y aceptable para muchas personas. La vida no nos pertenece, es un don inconmensurable, un misterio insondable, un don, una dádiva que nos ha sido dada y yo no puedo disponer libremente de ella. Es un argumento muy respetable y que tiene tanta fuerza que ha hecho que hasta ahora no se regulase ese derecho y que no esté reconocido en muchos países de la tierra. Pero aún siendo un argumento tan fuerte, no puedo imponerlo, ni obligar a que otros lo compartan. La vida es un bien que ha de ser protegido, pero si no merece ser vivida y si conlleva un dolor y un sufrimiento insoportable en unas determinadas condiciones y cumpliendo una serie de supuestos, no puedo obligar a que otra persona no tome la tremenda decisión de no continuarla. Con su oposición radical, el Partido Popular se muestra una vez más, no como un partido liberal, sino confesional. De nuevo ocurrirá como en el tema del divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, etc. Se opone para después no sólo no derogarlos cuando gobierna, sino aceptarlos y hacer uso de ellos. Nosotros nos alegramos porque son conquistas de la libertad y de la autonomía moral humana.

*Presidente de la Diputación