Tan acostumbrado está el aficionado del Barça a aplaudir las excelencias de su equipo, capaz de sumar esta temporada 39 partidos seguidos sin perder, que el KO del vigente campeón de la Champions ante el Atlético de Madrid provoca, a la vez, enorme desazón y una ristra de preguntas para las que ni los implicados parecen tener respuestas. La más sencilla es que el fútbol no se mueve por reglas matemáticas y sí es un juego que puede caer en manos de la fortuna y otros caprichos incontrolables, como las decisiones arbitrales. Ahora bien, lo ocurrido en el Calderón fue el colofón a una negra racha, en menos de un mes, desde que el equipo empatara en Vila-real tras desperdiciar un 0-2. Tres derrotas, un empate y una victoria en ese ciclo de cinco partidos revelador de que el Barça no ha llegado al momento cumbre del curso, en las condiciones ideales.

Esta sensación, que ya pasó factura ante el Madrid en el Camp Nou, estuvo acompañada de la certeza de que el Barça ha explotado al máximo, algo lógico, el plan de fiarlo todo a su extraordinaria delantera. Y cuando Messi y Neymar, más que Luis Suárez, han acusado el peso de la temporada no han surgido otras soluciones, algo achacable a la dirección técnica. El equipo debe saber poner solución.