El concepto de la sostenibilidad cada vez tiene una mayor difusión en nuestra sociedad, y como no podía ser de otra manera la arquitectura también se ve envuelta en esta tendencia.

Desde los orígenes de la humanidad, la construcción ha sido una de las actividades fundamentales de los hombres, en tanto que proporcionaba refugio de las inclemencias meteorologías, i una ordenación del territorio para el desarrollo de las sociedades agrarias. En estas sociedades, la cultura popular ha sido capaz en muchos casos de provocar transformaciones del medio que hoy nos pasan desapercibidas puesto que no han inducido al deterioro o declive de este.

Sin embargo fundamentalmente con la llegada de la revolución industrial, y la masificación de la población, las sociedades avanzadas nos hemos convertido en depredadoras del medio que nos rodea, lo que nos ha llevado a la necesidad de establecer regulaciones y conceptos para definir estas agresiones y la forma de frenarlas. De ahí surge la sostenibilidad, el análisis del ciclo de vida, los estudios de impacto ambiental, los estudios de integración paisajística,… conceptos y procedimientos que obligan a que, lo que antes se hacia de modo natural, ahora requiera de expertos para su análisis y definición de las medidas a tomar.

El término de desarrollo sostenible se formalizó por primera vez en el Informe Brundtland, y se define como aquel que es capaz de “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.” Atendiendo para ello a la dimensión social, económica y ambiental.

La aplicación de este concepto a la edificación resulta de fácil justificación, en tanto que pasamos gran parte de nuestra vida en ella, y que algunos autores asignan a los edificios el consumo de entre el 20 y el 50% de los recursos físicos de su entorno o que el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE) en el 2010 establecía que el 17,8% de la energía se destina al sector residencial, más allá de los recursos consumidos en la construcción.

La construcción sostenible es aquella que en todo su ciclo de vida, incluida muy especialmente la fase de diseño, materializa de forma equilibrada las tres fases del desarrollo sostenible, será por tanto el resultado de la buena arquitectura y del trabajo bien hecho.

Para ello, más allá de la sensibilidad como ciudadanos de este planeta, nos encontramos cada vez con un mayor número de regulaciones normativas que pretenden frenar e incluso en algunos aspectos invertir el proceso de degradación del planeta.

El Parlamento Europeo en el 2007 definió el objetivo 20/20/20 en el que se fija para el 2020 una reducción de las emisiones de CO2 del 20%, una mejora de la eficiencia energética del 20% y un incremento de las energías renovables del 20%. Para ello las sucesivas directivas europeas obligan a los estados miembros a regular algunos de estos aspectos.

Tal como se deduce de esta estrategia, la mayor parte de regulaciones se centran en la reducción de consumo de energía y por tanto de emisiones de CO2 que provocan el efecto invernadero, y en este sentido en España ya tenemos regulada la Certificación Energética hasta ahora para los edificios nuevos, pero a partir del 2013 también lo será para los edificios existentes, que será exigible en todas las transmisiones o alquileres.

Esta calificación energética tiene como objetivo final propiciar la rehabilitación energética de los edificios existentes reduciendo las emisiones de CO2 y provocar que a partir del 2020 los edificios nuevos tengan unas emisiones casi nulas.

Encaminadas en el mismo sentido, surgen otras regulaciones normativas como la obligatoriedad de las inspecciones técnicas de edificios también de aplicación inmediata, o las líneas generales del nuevo plan de vivienda, lógicamente centrado en la rehabilitación energética.

Sin embargo, la sostenibilidad va mucho más allá, y por su complejidad, la medición de otros aspectos sostenibles, tales como la eficiencia en la utilización de recursos naturales, los impactos sobre el territorio, el respeto con el entorno... aún no se encuentran regulados en normativa de obligado cumplimiento, sino en certificaciones ambientales voluntarias.

Regulaciones que si de verdad queremos promover una construcción sostenible deberemos utilizar, en tanto que si miden las diferentes escalas de eficiencia o respeto ambiental del edificio.

Sin embargo, al analizar en profundidad todas estas herramientas de certificación energética y medioambiental nos surge la duda fundamental: ¿será la construcción sostenible en tanto que es una acción de manipulación del entorno para hacerlo habitable, y para ello es necesario el consumo de recursos naturales? ¿O la sostenibilidad simplemente debe ser un objetivo a perseguir, sabiendo que nunca lo vamos a alcanzar?

Y volviendo al origen del concepto original de sostenibilidad, ¿no podríamos asimilarlo a premisas tan elementales como la adecuación al uso, la durabilidad de lo construido, y la integración o respeto con el entorno, sin necesidad de ponerle etiquetas o marcas que en muchos casos parecen deberse a estrategias comerciales carentes de contenido?

Estas y otras cuestiones se abordarán mañana en el Club de Debate Construccions sostenibles: utopia o realitat, que se celebrará a partir de las 19 horas en la Llotja del Cànem. H