Las crónicas recogen la pregunta que una niña formuló a la princesa Leonor en Mallorca: «¿Qué quieres ser de mayor?» El interrogante fue zanjado por Letizia : «lo que quiere no, lo que tiene que ser». Es decir, las cartas del futuro están marcadas para la princesa.

No tengo ni idea de cómo se explica a una hija que los cuentos de reinas y princesas son una realidad para ella. Lo que es evidente es que pronto debe desaparecer cualquier resquicio de magia. Con 14 años, Leonor ya sabe que su árbol genealógico está plagado de exilios forzosos, que familia y negocio andan juntos y que su nombre aparecerá en los libros de historia. Aún es una incógnita en calidad de qué.

Aunque el concepto de la monarquía casa mal con el siglo XXI, es cierto que algunas democracias europeas lucen sin dificultad a sus soberanos. No es este el caso de España. Ni Juan Carlos I ha sido un modelo de nada en los últimos lustros, ni Felipe VI ha sabido crear las complicidades necesarias para justificar una figura anclada en un modelo de Estado vetusto.

*Escritora