La pandemia nos ha brindado la posibilidad de comunicarnos de forma poco usual. Hasta ahora las videoconferencias se usaban, sobre todo, en el ámbito de las empresas o en aquellos casos en los que un amigo o un familiar reside en el extranjero. Pero en estos largos días de confinamiento aplicaciones como FaceTime, Skype y Zoom son una alternativa útil para poder vernos físicamente.

Estos días han servido para constatar que muchas cosas se pueden hacer desde casa. No hace falta moverse tanto para conseguir resultados parecidos. Se están haciendo programas de televisión desde el domicilio del presentador y se entrevista al invitado en su casa sin estar ahí. En estos días en los que se nos pide reflexión, me resulta llamativo ver cómo la gran mayoría de entrevistados eligen un fondo con una biblioteca. Yo nunca había llegado a ver tantas en tan poco tiempo.

Confieso que veo una entrevista con biblioteca y mi atención se desvía hacia los títulos y chismes que hay en las estanterías: fotografías enmarcadas, muñecos, plantitas, recuerdos de viajes o algún trofeo de juventud. Algunas, por la cantidad de cachivaches que hay en ellas, me hacen sospechar un escaso uso de sus libros. Las hay muy aburridas, como las de los abogados, en las que no faltan los manuales de jurisprudencia Aranzadi. Y me pregunto: ¿Será por estética? ¿Será por mostrar que «yo tengo muchos libros y leo mucho»? ¿Y por qué será que uno elige este fondo literario para mostrarse en público? .

Otro día hablaré del encuadre y el odioso contrapicado que eligen algunos. Es que estoy hasta las narices, nunca mejor dicho, de ver tantas fosas nasales en primer plano. Por favor, que el plano sea frontal.

*Director de teatro