La pandemia del covid-19 está asolando al mundo del libro. Hablo con libreros y todos coinciden en expresar desesperación por el presente y extraordinaria incertidumbre por el futuro. Trabajadores en ERTE y préstamos ICO representan el pan nuestro de cada día de unos negocios que ahora mismo son el Álamo, resistiendo contra viento y marea. Aguantan heroicamente sin saber hasta cuando, al no existir un horizonte claro y sentirse abandonados a su suerte por una Administración que siempre ha estado de perfil con la cultura. Dedicarse a la venta del saber nunca ha sido un negocio boyante y en los últimos años grandes cadenas de la distribución, dígase Amazon, han contribuido a socavar a un sector que debería ser considerado estratégico. Veo miedo en los ojos de veteranos libreros. «Si esto sigue así, en unos meses no podré pagar los préstamos ICO» me dice un amigo, que lleva toda la vida al frente de una librería. «No recibimos ayudas reales», comenta con amargo rictus otro profesional.

A la situación desesperada del gremio de libreros hay que sumar la que viven editoriales, imprentas y autores, gravemente afectados y sin que, ahora mismo, pueda atisbarse ningún tipo de salvavidas, tras siete meses de ruinosa situación. Las ferias del libro han sido suspendidas en toda España y los actos literarios están supeditados a unas cifras de aforo irrisorias. Urge una respuesta real y efectiva desde los departamentos de cultura, presentes en todas las administraciones. Con una acción coordinada y recetas imaginativas, podría aliviarse el momento crítico por el que está pasando el universo del libro. Es la hora de los buenos políticos cultos. ¿Dónde están? H

*Periodista y escritor