Han pasado tres meses desde que se iniciaron las conversaciones entre la Unión Europea y el Reino Unido sobre el brexit y el resultado se aproxima a cero. Las posiciones de salida no se han movido. Bruselas insiste en negociar primero las condiciones de la ruptura y después fijar un nuevo marco de relaciones económicas y comerciales, mientras que a Londres le interesa el orden contrario. Es muy probable que en las próximas rondas de negociaciones no haya avances en temas sustanciales, pero habrá mucho ruido por parte británica sobre el coste de la llamada factura del divorcio, y mucha demostración de impaciencia entre los negociadores europeos por la pasividad y la falta de preparación de la otra parte. También en el Reino Unido crecerá la demanda de un segundo referéndum e incluso el convencimiento en algunos sectores -y con escaso fundamento- de que al final no habrá brexit. Por todo ello, no sería extraño que el pacto llegara en el último minuto, en marzo del 2019. De momento, Theresa May sigue viajando en busca de acuerdos comerciales con países asiáticos. Con la India no funcionó, y ahora con Japón tampoco. Este último país se lo ha dicho claramente: prefiere negociar con la UE. La economía británica se resiente de esta situación, la libra esterlina sigue depreciándose y ya se asiste a un éxodo de talento extranjero, de momento lento. Esta especie de limbo en que se encuentra la negociación del brexit en nada favorece al Reino Unido.