Como debe creerse poseedor de licencia para convencer, Pablo Casado hizo grandes elogios de su propia moderación cuando despeñó a Cayetana Álvarez de Toledo por considerarla radical.

Como siempre, debía confiar en que se le valoraría más por sus palabras blandas que por sus hechos duros. Porque pocos días después ha reiterado su negativa (indebida e injustificada) a renovar el Poder Judicial, el TC, el Consejo de RTVE y al Defensor del Pueblo, que bloquea desde hace años. Se alinea con la anticonstitucionalidad. Abrazado al neofranquismo de Vox anuncia que no cumplirá con sus obligaciones mientras Podemos siga en el Gobierno. No solo se hace merecedor a que empecemos a llamarle Cayetano Casado (la radicalidad no necesita a Álvarez de Toledo mientras esté él), sino que el tufo anticonstitucional le acerca más a la derecha de Arias Navarro que a la de Fraga .

Las demás formaciones hacen concesiones racionales. Ciudadanos se esfuerza para que haya gobernabilidad aunque Arrimadas desconozca si eso le dará réditos electorales. PSOE y Podemos renuncian temporalmente al apretón fiscal que prometieron. Decaen los vetos a coincidir con otras formaciones...

El líder popular no entiende que Pedro Sánchez no le pide ayuda para el actual Gobierno sino para atender a la gente en situación límite. La única contraoferta de Cayetano Casado es que sí que está dispuesto a cooperar (y salir en las fotos) en la distribución de los 140.000 millones de los fondos europeos de ayuda. ¡Ay, el dinero!

Una de sus excusas para no pactar con el Gobierno los demás temas candentes es, dice, que Podemos esté imputado en una acusación por presunta financiación irregular del partido. Permitan que les diga que procediendo del PP este falso argumento provoca sonrojo. H

*Periodista