Hoy tendrá lugar el último pleno del presente mandato en la Diputación Provincial de Castellón. Último pleno, presidido por tanto por el presidente Javier Moliner.

He tenido el inmenso honor de ser uno de sus más cercanos colaboradores en la institución provincial durante estos años. De Javier Moliner he aprendido que un buen político, además de liderar y proponer soluciones a los retos colectivos, ha de ser capaz de escuchar y adaptarse a las demandas ciudadanas.

Javier Moliner llegó a la presidencia de la Diputación con una gran ilusión: trabajar por el futuro y fortaleza de nuestra provincia, dentro de la Comunitat y en el conjunto de España. Y para ello era esencial un estilo de gobierno limpio y respetuoso con las reglas del juego democrático. Un estilo eficaz en la gestión y capaz de mejorar la vida de los ciudadanos. Un estilo basado en el diálogo, la transparencia, la apertura, la mano tendida permanentemente, huyendo de sectarismos y propio de quien había llegado con las manos limpias, sin hipotecas, y que estaba en disposición de trabajar en un proyecto común por el bien de nuestra provincia.

Javier Moliner ha ofrecido siempre desde su acción política sentido común y moderación -virtudes quizás no muy extendidas hoy en día--. Y para ello ha ejercido el liderazgo, no el personalismo, rodeándose de los mejores -que así lo mejoraban a él--, en lugar de hacerlo de mediocres que le permitieran destacar.

Sin duda su mejor legado será el del acuerdo político. A pesar de disponer de mayorías absolutas en la Diputación, que hacían innecesario ese acuerdo, Javier Moliner ha ondeado permanentemente la bandera del consenso y del pacto. Parecía que se nos había olvidado. La Transición acostumbró a los españoles a medir las palabras y a contener los gestos. Nos habituó a la no siempre fácil convivencia de culturas políticas diversas. Nos hizo madurar caminando hacia esa fina línea de tolerancia donde se equilibra la afirmación de la propia ideología y la necesidad de construir grandes mayorías de consenso.

Europeísta convencido y militante, Javier Moliner ha sabido desde el principio que nos habíamos convertido en europeos en cuanto aprendimos dos lecciones fundamentales: que no hay convicción ideológica que pueda prescindir de la libertad de los demás a no compartirla; y que la tolerancia nunca es producto de la falta de principios, sino la consecuencia de la firmeza de estos mismos.

Solo la ligereza de la ignorancia será capaz de juzgar negativamente la política de diálogo discreto, prudente y valeroso implantada por Moliner. Porque solo tendremos la provincia que merecemos si somos capaces de construirla entre todos. Y Javier Moliner nos ha enseñado el camino que hemos de seguir transitando. ¡Hasta luego, presidente!

*Vicepresidente de la Diputación