Cuando seas madre, me entenderás». Y tanto que te entenderé, mamá. Cuánta razón tenías al repetirnos esa frase una y otra vez. Y como yo ahora, cumpliendo con lo que parece una tradición inconsciente, se la repito a mis hijos entre resoplidos y caras de «lo que tú digas».

Una frase que se traspasa de generación en generación. Un mantra que no cambiará ni con la nueva (a)normalidad.

El domingo fue el Día de la Madre. Un Día de la Madre diferente, en medio de una pandemia mundial que ha cambiado nuestra vida en un abrir y cerrar de ojos. Muchas de las que me estáis leyendo quizás ya no lo celebrabais antes de la irrupción del covid-19 y otras, especialmente, las que tenéis hijos en los primeros ciclos escolares sí que estabais más acostumbradas a recibir vuestra felicitación hecha por los más pequeños de la casa con todo la ilusión del mundo.

Pero esta experiencia nos ha cambiado a todos. Las emociones están a flor de piel y todo se magnifica, para bien y para mal. Le damos más importancia que nunca a las pequeñas cosas, a valorar de verdad que el tiempo es oro y no vuelve, a echar de menos lo que antes echábamos de más, a querer y sobre todo a querer bien a nuestra gente. Esta situación extraordinaria nos ha llevado hasta el punto de que tanto las madres como los hijos añoremos esas frases tan míticas que se cuelan entre las discusiones: «Coneixement, què te penses que açò és un hotel i jo sóc la teua criada?, què et penses que sóc el Banc d’Espanya!, ni mamà, ni mamó!», etcétera, etcétera. Seguro que la mayoría de ustedes saben de lo que les hablo. Y es que como, muy acertadamente, me enviaron el otro día, algunas de ellas ya forman parte de los 15 grans hits de la Mare que ens ha parit.

Por eso, este primer domingo de mayo, no fue un domingo más. Fue un domingo especial ya fuera a distancia o confinados. Con flores, llamadas, videollamadas, desayunos; con un simple buenos días, mamá, que tengas un buen día o ¿qué tal ha ido la jornada?. E incluso, ¿por qué, no?, con una pequeña pelea madre-hijo. Porque hoy cualquier detalle cuenta.

Pero, desgraciadamente, también para muchos fue un día triste. Demasiados hijos han perdido a sus madres estos días y lo que es peor no se han podido despedir de ellas como es debido.

COMO TAMBIÉN demasiados hijos viven con incertidumbre y miedo al tener esa madre ingresada en el hospital, a esa madre que lucha cara a cara contra el virus para salvar vidas o a esa madre que resiste en una residencia contra viento y marea.

Igualmente, también fue un domingo de alegría para aquellas madres que han dado luz en medio de tanta oscuridad y que a la vez celebran con sus madres, unas auténticas abuelas 2.0, la emoción de una nueva vida.

A todas y cada una de ellas, gracias. Gracias por ser y por estar bajo cualquier circunstancia. Y gracias también a los hijos por hacerlo posible.

Porque sí porque, aunque a veces no lo valoremos, madre no hay más que una y como la de cada uno ninguna.

*Portavoz de Ciudadanos en Diputación y teniente alcaldesa en Benicàssim