Dos años después de ganar las elecciones por los pelos, el conservador Mauricio Macri está desmontando en Argentina el aparato y las políticas que impuso el kirchnerismo y aplica una serie de medidas neoliberales cuyos efectos aún no detectan las encuestas -hasta hoy favorables- pero que sí se notan y mucho en la calle, donde han vuelto las cacerolas. Solo que ahora no es la clase media quien las hace sonar contra el populismo de los Kirchner. Ahora son las clases populares las que protestan contra un Gobierno que, entre otras medidas inspiradas por el credo neoliberal, ha logrado aprobar una reforma que reduce las pensiones un 13%, un recorte destinado a llenar el agujero en las arcas de Hacienda que dejó la rebaja de impuestos a los grandes productores agropecuarios y a las empresas mineras.

Desde su victoria electoral en el año 2015, Macri ha disfrutado de un gran margen de confianza en el exterior por haber iniciado el desmantelamiento del eje bolivariano. Sin embargo, en las últimas semanas la realidad ha devuelto dos imágenes de una Argentina necesitada de otro tipo de medidas. La pérdida de un submarino con los 44 miembros de su tripulación, además de la falta de sensibilidad del Gobierno ante la tragedia, ha demostrado la incompetencia y el resultado de la corrupción y el despilfarro de recursos junto a medidas de extrema austeridad en las Fuerzas Armadas. La otra es la imagen que se hizo viral de una niña guaraní bebiendo de un charco de agua. Argentina es hoy más desigual.