Hermanos: las estatuas conmemorativas son elementos que animan nuestras plazas y que refuerzan nuestra colectividad y el carácter de grupo. Una estatua de cualquier rey o general muerto en batalla decora nuestras avenidas dándoles prestancia.

Pero recordando el dicho de las barbas de nuestros vecinos, cuando en USA les ha dado un ataque de iconoclastia que ha empezado a contagiar a todo el mundo, veo que en unos pocos años aquí no queda ni una estatua en su pedestal.

Los afroamericanos se cargan estatuas de Colón y del pobre Cervantes. Que ya me dirán ustedes qué culpa tendría el autor de Don Quijote. Han estado soportando estatuas de esclavistas padres de la patria americana hasta que se les han cruzado los cables y las han empezado a derribar. Dentro de nada los veo quemando billetes de un dólar con la cara del esclavista Washington que lo fue igual que todos los terratenientes de su época.

Aquí, en España, somos más civilizados y, en lugar de tirar las estatuas de Franco al río, nos hemos limitado a retirarlas a algún museo o almacén. Porque nos guste o no (a mí no) son historia y no es bueno olvidarla, por si acaso alguien pretende repetirla.

Pero si las cosas van como parece que se van desarrollando, en nuestro país nos puede dar un ataque de lo políticamente correcto y empezamos a cargarnos al Cid (sus estatuas) por mercenario o a los reyes católicos por genocidas, o la de Felipe III por expulsar a los moriscos. O la de Fofó, porque no queda bien eso de un adulto jugando con niñas y cantándoles aquello de: «pero no pudo jugar… porque tenía que planchar».

*Urbanista