Querido lector, lo que está pasando con Pedro Sánchez, me refiero al proceso de desalojo de la secretaría general del PSOE, me ha parecido un espectáculo políticamente improductivo y un tanto indecente. Políticamente es improductivo porque si se quería evitar un congreso de confrontación en plena campaña electoral, lo que se ha montado provoca otro congreso y afianza un escándalo de poca rentabilidad electoral al presentar al PSOE como fuerza quebrada y más absorta en ambiciones personales que en las necesidades de los ciudadanos. A no ser, claro, que lo que se busque es que el futuro congreso no lo mangonee el secretario general, Sánchez. Entonces este lío sería productivo, pero para una minoría y en términos de control de partido, de fijar nuevas posiciones políticas y no de soluciones sociales. Malo no, peor ante los ojos de la gente.

Pero, además, me parece un tanto indecente, en el sentido vituperable y vergonzoso, porque desde el primer día, y públicamente, en la medida en que no quiso abstenerse ni llevar al Rajoy al gobierno o, al tiempo, planteó la posibilidad de gobernar con Podemos, se le ha cuestionado la credibilidad necesaria y la autoritas para proponer y decidir. Tal es el caso que, incluso, todos aquellos barones o personajes que han jugado este papel, queriendo o sin querer, no solo lo han deslegitimado sino que han colaborado en dar la impresión de que el estancamiento institucional de España ha sido más culpa de Sánchez y del PSOE que de Rajoy.

Querido lector, si te preguntas qué pasa, la razón puede ser simple: que cuando lo nuevo llega, lo viejo aún pulula y no quiere irse. Es decir, el mundo cambia, la socialdemocracia necesita nuevas políticas y sus partidos, o instrumentos para alcanzar sus fines, más democracia y participación de sus afiliados. Cuestiones delicadas para quienes han ejercido de propietarios. H

*Experto en extranjería