Los síntomas de agotamiento económico vienen anunciándose desde hace meses por parte de las principales instituciones mundiales. Dos datos recientes --de Alemania y la Organización Mundial de Comercio (OMC), respectivamente-- corroboran esta tendencia. El pasado miércoles, la Oficina Federal de Estadística de Alemania informó de que la economía del país se contrajo el 0,1% en el segundo trimestre del año, rozando la recesión. Lo que frenó el PIB alemán fueron las exportaciones, fruto de las incertidumbres sobre un eventual brexit sin acuerdo y, sobre todo, de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, lo que entronca con el segundo anuncio, de la OMC. Esta organización informó ayer de que prevé que prosiga la contracción de los intercambios comerciales en el tercer trimestre y situó su Barómetro de Comercio de Mercancías en la cifra más baja desde el año 2010.

Si la amenaza que supone la guerra comercial para la economía mundial no basta para convencer a Donald Trump de la necesidad de desbloquear las negociaciones con China, el mandatario estadounidense debería pensar por lo menos en los perjuicios para su propio país. Algo de ello hay en la decisión del presidente norteamericano de retrasar para algunos productos la nueva subida de aranceles (prevista para el próximo 1 de septiembre), cediendo a presiones empresariales, para no afectar la campaña navideña. Si Trump no cambia las posturas inflexibles por el diálogo, puede acabar haciendo más mal que bien a los intereses de EEUU que dice defender. Y a los de todo el mundo.