La detención del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, de su hijo y de otros cómplices ha destapado, por fin, el pozo sin fondo de esta organización, después de décadas bajo sospecha y sin control. Por no hablar de la FIFA y de la UEFA, que ahora descubren una especie de códigos éticos tras varios escándalos de corrupción.

El deporte rey, el deporte de masas que prima en la rutina informativa, en la publicidad, ese deporte que es el tema, el gran tema, que divide a miles de españoles según los colores de un club. El fútbol que mueve millones de euros, que llena canales de comunicación con manadas de hinchas, ese deporte donde se idolatran jugadores que lideran el ránking de ingresos, los mismos que, además, juegan con Hacienda, machos alfa patrocinados con los que juegan empresas y se venden estilos de vida inalcanzables para esa multitud que les corea. El fútbol, que tanto sirvió al franquismo para dar circo al pueblo, suma, y mucho, en la lista oficial de la miserable delincuencia de guante blanco.

Aquel sentimiento de identidad al que se agarraba una sociedad de grises, aquellas emociones que yo viví en mi barrio, en el Manzanares, en el Madrid de los setenta, ochenta, cuando el Calderón era sede de sueños del lado más rojo de la mitad de una población. Era una válvula de escape, una declaración de principios: no era lo mismo en Madrid ser colchonero que merengue, ni Neptuno que Cibeles.

Luego llegaron al fútbol, entre otros, Jesús Gil y su caballo Imperioso, el semental que montaba medio centenar de yeguas selectas cada año y que el delincuente Gil convirtió en confidente. Y llegó Marbella, la gran corrupción. Y se volvió a jugar con los sentimientos del pueblo. Fue una de las primeras grandes operaciones que mostró, ya sin pudor, cómo eran las directivas de los clubes, cómo se gobernaba el deporte, el ladrillo, el poder y la gloria.

Hoy la historia sigue. Villar, su hijo y sus compinches encarcelados venían desviando dinero público y privado hace años, y creando redes nacionales de clientelismo. Todo tendrá su reflejo en las federaciones regionales. Si tiran del hilo habrá más, y no solo en el fútbol porque robar en las federaciones es deporte nacional. Debería avergonzarnos este viejo mapa de la corrupción. Seamos forofos de la ley, de la ética. Seamos hinchas de la decencia.

*Periodista