La detención de los dos dirigentes del seudosindicato Manos Limpias y de la asociación Ausbanc, Miguel Bernad y Luis Pineda, no ha causado más sorpresa que la que ya producía que estas entidades siguieran funcionando en medio de un océano plagado de sospechas. El comunicado policial les atribuye delitos graves propios de las más destacadas prácticas mafiosas. Viejos amigos y bien conocidos en ambientes ultraderechistas, Bernad y Pineda tejieron, según las pesquisas, una red que estaba dedicada a chantajear a personas, empresas y entidades financieras a quienes exigían dinero por retirar querellas que Bernad y los suyos presentaban aprovechando la información que Pineda proporcionaba desde Ausbanc.

El descabezamiento de las dos asociaciones invita a reflexionar sobre las miserias de un sistema que ha generado pornográficos casos de corrupción y que, al mismo tiempo, ha permitido que quienes se levantaban como defensores de la honestidad montaran su chiringuito corrupto y mafioso, según la policía. No hay duda de que algo ha fallado. Ahora deberán sustanciarse acusaciones, descubrir complicidades y aclarar el futuro de episodios donde Manos Limpias actúa como acusación. Incluso en solitario, como en el caso Nóos.