Querido/a lector/a, hoy es el Día internacional del síndrome de Angelman, una enfermedad o trastorno neurológico crónico que a ocasiona profundas alteraciones en el desarrollo, en el aprendizaje, el equilibrio, etc. No obstante, si lo peor es que no existe tratamiento curativo para el síndrome, a cambio, y de eso se trata, con ciertas terapias se pueden corregir los síntomas y, en consecuencia, mejorar la calidad de vida de estas personas.

Pero si traigo este sensible asunto a mi pequeño rincón y, al menos por una vez transformo este espacio habitual de exigencia en modosa súplica, es porque quiero que sepan de esta dolorosa realidad y de mi vecino Martín, un vallero, un chaval de apenas tres años que sufre esta enfermedad. Aunque, sobre todo y a partir de este conocimiento, quiero dirigirme a todos los cargos públicos políticos de estas tierras y solicitarles que, de vez en cuando, se reúnan con los familiares de los Martín y sus asociaciones más representativas para buscar, desde la participación de los afectados, las soluciones apropiadas. Por cierto, si así fuera, no solo estarían ejerciendo una buena práctica política en democracia, sino que estarían cumpliendo con lo que reclama la pura esencia de la política y de la Constitución. Digo con ello que la política es el único poder y servicio al alcance de los que no tienen poder. Digo, también que la Constitución reclama la convivencia, el bienestar, la felicidad... y, si hacen falta, políticas de igualdad e inclusión social. Por lo tanto, se mire por donde se mire, los Martín son una prioridad social.

Querido/a lector/ra, que nadie se confunda, hoy no he hablado ni de amor ni de caridad, ni de beneficencia porque Martín no lo necesita: su madre le da más besos y afectos del que puede absorber un ser humano. Hoy he hablado del deber de quienes tienen que decidir en nombre de la sociedad y de los derechos de las personas como Martín.

*Analista político