Una joven denunció la semana pasada haber sufrido una violación múltiple en Molins de Rei, en la provincia de Barcelona. Ha sido detenida en Gran Canaria la Nueva Manada, así es como cuatro hombres se autodenominan a sí mismos. Están acusados de perpetrar una violación en el sur de la isla. En Murcia, a su vez, unos menores agredieron sexualmente a unas chicas, también menores, en la playa de Mazarrón la pasada noche de Sant Joan.

También en Alicante se instruye un caso de presunta violación grupal a una joven de 19 años; ninguno de los acusados está ahora en la cárcel. ¿Qué está pasando? ¿Están aumentando las violaciones grupales? ¿Hay una mayor conciencia de denuncia en las mujeres? ¿O el caso de La manada ha despertado algo más que la indignación?

SI UNA VIOLACIÓN es terrible, la agresión sexual en grupo multiplica el horror. No solo el sufrimiento y el terror de la víctima, sino que algunos de los agresores, alentados por el grupo, van más allá de lo que individualmente se atreverían a ir. En manada, cualquier rescoldo de empatía con la agredida desaparece. Solo queda la violencia machista multiplicada por el aliento de los otros. Cobardes con pobres almas de sementales aleccionadas por la perniciosa pornografía.

La manada ha salido de la cárcel, a pesar de la condena de sus integrantes. Y a pesar del sentir de animadversión y perplejidad de toda la sociedad. Aunque solo sea de forma provisional, la imagen que arroja esa liberación es de impunidad.

Desde la polémica sentencia que hizo salir a las calles de todo el país a miles y miles de personas repletas de incredulidad e indignación, los jueces que la dictaron cuentan con escolta. Las mujeres, en cambio, con mayor desprotección.

*Escritora