Querido lector/a, el día 9 de Octubre, el del País Valencià o, de la Comunitat Valenciana, me lo pasé comiendo con un grupo de amigos. Un día al aire libre porque además de que lo provocaba la fiesta, lo exigía ese clima y luz del Mediterráneo que a lo largo de la historia ha determinado parte de nuestra forma de ser y de comportarnos. A ese clima le debemos el convivir en la calle.

Todo indicaba, porque la peña presente era y es plural y está bastante politizada, que la conversación que más tiempo o pasión emplearía tendría que ver con la independencia de Cataluña o, también, con la necesidad de cambiar un modelo de financiación autonómica que recorta nuestras posibilidades y, en consecuencia, comete la injusticia de convertirnos en ciudadanos menores si nos comparamos con otros. Pero, mira por donde, la realidad nos sorprendió al no entrar ni seguir por ese camino. Digo con ello, que hablamos de Cataluña porque es algo que genera comprensión o incomprensión pero está en la conciencia y la preocupación colectiva. No obstante, nos dedicamos a hablar de nuestros jóvenes y de su dudoso futuro. Por cierto, no les miento si digo que todo lo provocó una entrevista que en un periódico de máxima tirada en España le hacían a la venezolana-española Garbiñe Muguruza, a la que actualmente está considerada la mejor tenista del mundo. La que dijo: «Nací para jugar al tenis y no sabría hacer otra cosa». Algo que provocó el debate esencial entre mis amigos porque, a pesar de todo, los problemas que más preocupan a los españoles siguen siendo el paro y el incierto futuro de sus hijos. Unos hijos que nada tienen que ver con Muguruza. Siguen en el paro y, los que tienen suerte y trabajan, no lo hacen de lo que estudiaron o para lo que tienen vocación y, sobre todo, han aprendido a separar los sueños de una realidad que les impone el permanente reciclaje para trabajar y no ser unos excluidos sociales.

*Experto en extranjería