La mayor matanza en Estados Unidos desde el 11-S se produjo en la madrugada de este domingo en un club nocturno de Orlando, popular entre la comunidad gay de la ciudad, cuando un individuo irrumpió a tiros en el local.

Mató a 50 personas e hirió a otras 53 antes de ser abatido por la policía. Fue el tiroteo con más victímas en un país en el que este tipo de sucesos se han acabado por convertir, desgraciadamente, en algo casi cotidiano. Omar Siddique Mateen, un joven estadounidense hijo de padres afganos, fue identificado como el autor de la masacre y sus orígenes despertaron las sospechas de que se tratara de un acto terrorista de un lobo solitario que actuó en nombre del Estado Islámico. La organización así se lo atribuyó a través de AMAQ, considerada su agencia de noticias, y definiendo a Mateen como “un combatiente”. Mayor cautela tuvo Barack Obama, que habló de “un acto de terror y un acto de odio”, apelando a un crimen homófobo, la versión que difundió rápidamente el padre del asesino.

La matanza de Orlando reabrirá por unos días en EEUU, y de forma residual, el debate sobre la posesión sin control de armas de fuego, que van a parar a manos yihadistas terroristas o de sanguinarios desequilibrados.