Querido/a lector/a, ha muerto Julio Anguita, y reconozco que me resulta difícil escribir unas palabras sobre su vida y obra. Posiblemente porque no lo conocí directamente y a fondo. Él entró en el Comité Central, al máximo organismo de dirección del PCE, poco después de que irreconciliables enfrentamientos internos y permanentes divisiones en el análisis y en la praxis hicieron que yo lo abandonara. Aunque, no niego, que esta dificultad en hablar de Anguita también tiene que ver con el hecho de que en el marco de una cultura en la que el sentido común obliga al respeto de los muertos, no quisiera que una sincera opinión no coincidente con sus posiciones se confundiera con un intento de descrédito. Cosa que, además, no se merece Anguita.

No obstante, creo que ni miento ni ofendo si digo que Anguita fue un líder de referencia de la izquierda, del PCE, de IU, de amplia cultura política (característica de los dirigentes del PCE) y profundamente carismático y radical (en el sentido de analizar desde la raíz de las cosas). Alguien que se acercó a la política con honestidad, desde el compromiso con las tierras y las gentes más débiles y aventando los grandes principios y valores pero, sus particulares teorías de «las dos orillas» (en una estaba el PCE e IU como única fuerza de izquierda y, en la otra, la derecha, el PP y el PSOE) y del «sorpasso» (conseguir ocupar el espacio del PSOE), junto con un PSOE no interesado en reproducir la unidad de la izquierda de comunistas y socialistas, no le permitieron superar el entorno de los 20 diputados. En cualquier caso, unas veces para recordar las municipales de Córdoba y, otras, para llorar su ausencia, ya siempre existirá aquello de: «En mayo, Julio».

*Analista político