Los acontecimientos acaecidos en las últimas fechas respecto a los festejos taurinos invitan, cuanto menos, a la reflexión. Una vaca escapada de los corrales en Almenara, al margen de otras cuatro --en parecidas circunstancias-- en las fiestas de Viver, o el novillo que se fugó de la plaza de Algemesí (Valencia) cuando iba a ser reemplazado por otro, indican, sin lugar a dudas, que las medidas de seguridad que ofrecen estos habitáculos son francamente mejorables. Por no hablar de algunos camiones que utilizan ganaderos que alquilan sus animales para ser exhibidos en la Comunitat, o las precauciones que toman a la hora de cargarlos y descargarlos en los diferentes pueblos.

Urge un mayor control por parte de las autoridades competentes y, en este sentido, los alcaldes son los máximos responsables para hacer cumplir una serie de puntos que tendrían que estar bien reglados de antemano. Ahí es donde la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias, a quien compete la materia, debería subir su nivel de exigencia y dejar reflejados los requerimientos que resultan imprescindibles.

Por otro lado, está el caso de Tales, donde dos novillos tuvieron que ser abatidos a tiros por la Guardia Civil para evitar una desgracia. Hoy mismo en este periódico varios ganaderos ponen el dedo en la llaga y denuncian que hay explotaciones tercermundistas donde un toro puede escapar con relativa facilidad. Por tanto, fácil lo tiene la Policía Autonómica para precintar estas ganaderías o cebaderos si incumplen las mínimas normas de seguridad para tratar de evitar males mayores.