Antes de.

Conviene retener unas cifras elementales para entender la magnitud de la tragedia que puede vivir el turismo español en este 2020. Es uno de los principales motores económicos del país y aporta el 12,3% del PIB, con unos 2,6 millones de empleos directos. España recibió 83,7 millones de turistas extranjeros en el 2019, cifras que nos hablan de la decisiva importancia del sector en el conjunto de la economía. Después de las terribles previsiones de marzo y abril -cuando empezaba la temporada turística- al menos se confiaba en un verano más o menos productivo para paliar las pérdidas que algunos expertos cifraban en torno al 40% de lo facturado el año anterior. Con el final del estado de alarma y la apertura de fronteras, se percibía una tímida recuperación que acaba de recibir diversos mazazos de nivel considerable.

A la insólita recomendación del primer ministro francés de no viajar a Cataluña, se han sumado otras prohibiciones o consejos (desde Bélgica a Holanda o Noruega), pero el gran varapalo ha sido el anuncio de las autoridades británicas de considerar España, en general, como un destino no seguro, cuando justo el viernes de la semana pasada se afirmaba la contrario. La obligación de tener que pasar una cuarentena tras las vacaciones «puede llegar a ser la puntilla a una temporada agónica», según fuentes de la patronal Exceltur, que ya preveía, antes de esta inesperada noticia unas pérdidas en junio y julio de unos 8.700 millones.

Solo una decidida acción diplomática puede aminorar el impacto crítico en un sector que, conviene no olvidarlo, basa su empuje al entorno del turismo de masas.

Tras las duras negociaciones en Bruselas que culminaron en un acuerdo sobre el fondo de recuperación, Pablo Casado atribuyó el éxito, para minimizar el papel de Pedro Sánchez , a tres mujeres del PP europeo, con especial referencia a Angela Merkel . ¿Pero puede apropiarse el líder del PP del trabajo y el éxito de la cancillera alemana? Más bien parece que el estilo, la tradición, la ideología y la práctica de las derechas española y alemana tienen poco que ver. Como quedaba de manifiesto en el reportaje publicado el domingo en este diario, Merkel y Casado difieren en sus orígenes y formación (carrera profesional una, político profesional sin otro oficio el otro), en su actitud frente a la ultraderecha (en Alemania es inimaginable un pacto CDU-AfD mientras que el PP ha pactado con Vox en Andalucía, Madrid y Murcia), en su posición ante la inmigración (la cancillera acogió en el 2015 a más de un millón de refugiados en contraste con las admoniciones de Casado en el caso Aquarius , entre otros) y en su cultura de los pactos (en Alemania son frecuentes las coaliciones entre los dos grandes partidos cuando en España nunca se han producido, aunque en este caso las culpas pueden repartirse entre el PP y el PSOE e incluso entre sus electorados, remisos a que las formaciones a las que votan se entiendan).

Donde más se aproximan las derechas española y alemana es en política económica y europea, aunque Casado es mucho más neoliberal que Merkel, que ha evolucionado además de la austeridad al compromiso solidario demostrado en la reciente cumbre.