Además de aquellos bellos y estupendos tebeos, el primer libro que leí pertenecía a la colección Historias Selección de Bruguera, ejemplares que combinaban texto y viñetas en blanco y negro. Las niñas recibíamos ejemplares de la serie Sissí, y los niños El Quijote o las aventuras de Julio Verne y Salgari. Eran libros que perduraban, que adorabas, que llegaban a tus manos en pocas dosis. Un cumpleaños, la noche de Reyes. Uno ó dos al año. Pero si había más hermanos podías extender el placer de esa inmersión entre páginas. Y pronto aprendí que me gustaban más las aventuras de Verne, el Quijote, las novelas de Emilio Salgari y la serie de Los Cinco de Enid Blyton. Los cinco se ven en apuros fue el primero de los seis o siete libros que logré acumular. Leías, releías y terminabas habitando en aquellos maravillosos viajes que lograban extraerte de una realidad bien diferente. (Un día, en los años ochenta, descubrí en una librería la colección completa de Los Cinco que nunca pude tener y la adquirí para mi primer hijo, para que viviera ese encuentro personal con la lectura). Recuerdo perfectamente el olor de aquellos libros, la dureza de las cubiertas, las hermosas librerías que amontonaban deseos, esos espacios donde los libros habitaban sin orden aparente y donde siempre había una librera o un librero que encendían la luz y te mostraban el camino verdadero.

Recuerdo la librería Machado de Madrid, donde se vendían libros especiales, aquellos títulos que se escondían, Lorca, Alberti, Machado, Miguel Hernández y que una excelente profesora de Literatura nos puso en las manos cuando nadie lo hacía. Recuerdo al librero y a mi padre preocupado por aquellas visitas a la librería de la calle Fernando VI. Eran fantásticos viaje donde explorábamos realidades diferentes, donde alimentábamos los sueños y respirábamos, vivíamos. Nuestra vida está unida a estos pequeños comercios que luchan por la supervivencia. En Castellón descubrí las librerías Garbell, aquel hermoso espacio alternativo que creara Ernest Nabas, también la librería Armengot, donde conocí a José Luis Aguirre, el buen escritor castellonense. Sigo consumiendo muchos libros. Leer es el mejor viaje que emprendemos, un viaje que se prolonga toda la vida. La lectura, como la educación, que dijera Mandela, es el arma más poderosa que tenemos para cambiar el mundo.

*Periodista