Siempre me ha parecido fácil escribir cada día esta página de el Humo de los barcos. Lo cierto es que Lorenzo me inspiraba o sugería temas, que intento ahora recobrar mientras construyo mis torres y castillos de arena, en esta playa de la Almadraba.

En los años cincuenta y tantos del siglo pasado, yo realizaba, entre otras cosas, un programa en Radio Castellón de la Ser, por indicación de su director, Emilio Pérez, y el jefe de programas Loren. Lo grababa cada día al salir de la librería y se emitía a media mañana del día siguiente, como si fuera en directo. Se llamaba el programa Cajón de sastre, es decir, de todo un poco y todo revuelto. Me lo pasaba bien y me decían que tenía muchos oyentes. Los temas eran muy variados y constituían una especie de noticiario para los oyentes de la provincia. No sé, pero varios días, por ejemplo, hablaba de un nuevo conjunto musical inglés, llamado The Beatles, que acababa de nacer en Liverpool con aquellos John Lennon, Harrison y los demás y pronto gozaron de una inmensa popularidad entre la juventud del mundo. Además, en la emisora los Batiste acababan de recibir de la discográfica el primer disco que grabaron y, desde entonces, los Beatles ya fueron como de la familia, aunque cantaran en inglés.

Mezclaba esas y otras noticias, con comentarios respecto a los deseos de Chencho de que ganara el Castellón y el chismorreo de que se había visto a Quiquet de Castalia tres días seguidos con la misma chica. Y cosas así.

En aquella época en Castellón era centro de todo lo que ocurría la Puerta del Sol. El conserje Abelardo sacaba treinta o cuarenta sillas y algunos veladorcitos y aquella estaba por las noches animadísimo, aunque casi para hombres solo. Enfrente, también habían hecho lo mismo en el Círculo Mercantil, y ya digo que el entorno estaba animadísimo.

De vez en cuando aparecía la palabra Benassal para indicar donde estaban veraneando las cuatro o cinco familias de las que no había representantes en aquellas tertulias nocturnas. Alguien daba de vez en cuando la noticia de que había heredado una villa en Benicàssim o que se había comprado un apartamento acabado de construir, pero no había más novedad que el piropeo fresquechuelo en voz alta cuando cruzaban por allí dos o tres muchachas solas, con andares ligeros. Hasta que a las doce de la noche, comenzaba la retirada de las sillas, la recogida de los servicios del bar y todo el mundo iba desapareciendo poco a poco. Un pequeño grupito siempre acababan la noche dándose una vueltecita por el cabaret para poder presumir, tal vez, la noche siguiente.

Igualmente me recuerdan ahora desde el humo de los barcos, que, en la emisora, también estuve algún tiempo colaborando desde Castellón e una emisión en cadena que hacía desde Madrid el estupendo locutor Martín Ferrand, ese gran locutor.

Yo ya tenía un folio, dos minutos, preparados y grabados la noche anterior. Desde aquí se emitía en la cadena nacional cuando Martín llamaba desde Madrid preguntando si había alguna novedad que contar desde Castellón. Y lo mismo ocurría con las emisoras de toda la cadena.

Seguramente Loren lo conchavó ya con Madrid y una mañana me hicieron ir a la emisora a las ocho y media. Y es que yo había preparado una noticia que podía ser interesante. Y es que, en Castellón se estaba acabando de construir un edificio, donde estaba antes el cine Capitol en la calle Asensi, de ahora. A todos nos parecía un edificio escandalosamente grande, alto. Yo había hecho averiguaciones y pude al fin entrevistar al entonces jefe de bomberos. Se supone que para estos casos, todo está previsto. Incluso que algún día podía producirse un incendio, intencionado o no. Lo cierto es que entre unas y otras afirmaciones impactantes, me confesó que la escalera más alta que tenían en el parque solamente llegaba hasta el piso octavo. Salió esa nota por toda España y se produjeron de inmediato gran número de comunicaciones que locutores y emisoras querían entrar en el debate sobre ese tema. Fuimos noticia nacional por unos días.